POR OCTAVIO QUINTERO

J.O.G. Foto www.radiosantafe.com

 

José Obdulio Gaviria es el mismo malévolo asesor presidencial que viene escribiendo hace ya buen tiempo una columna en El Tiempo llena de sandeces.

 

Roberto Pombo  es el mismo periodista que viene dirigiendo El Tiempo hace ya buen tiempo y, al parecer, solo hasta el jueves 20 de septiembre del 2012, tuvo tiempo de leer una de las columnas de José Obdulio que lo dejó “indignado”.

 

Si los dos (director y columnista) son los mismos… ¿Qué ha cambiado para que ahora el color del cristal de las gafas de Pombo vea la falsedad y el veneno que siempre han destilado las columnas de Gaviria?: Obvio, el dueño de El Tiempo.

 

Gaviria era un hombre fuerte dentro del prestigioso diario cuando lo tuvo Planeta, negociación que se dio entre los Santos y la editorial española, con buena intervención de José Obdulio, dicen lo que siguieron de cerca la millonaria transferencia.

 

La venia, entonces, le era dada. “Podía hasta decir misa”, pues, también resulta obvio que la sagrada Madre Patria se entiende bien con los gobiernos de derecha de todo el mundo, y más con la amada Colombia en tiempos de Uribe y su hombre fuerte: JOG.

 

Es la bendita libertad de expresión de que hacemos alarde en las democracias liberales. Una libertad de expresión trazada por los intereses del gran capital y dentro de este, los intereses particulares de cada potentado.

 

La libertad de expresión dentro del Grupo Planeta, no es la misma libertad de expresión dentro del Grupo Sarmiento.

 

Este incidente de Gaviria en El Tiempo, casa bien con ese otro debate que sobre la libertad de expresión se viene dando hace años en países cercanos a nosotros como Venezuela y Ecuador. Allá los medios añoran el perdido poder dominante a cuya sombra pelecharon y en aras de su afán, chocan con los gobiernos de Chávez y Correa.

 

La libertad de expresión dada por los grandes medios de comunicación, prescrita, no desde la orilla de los periodistas sino desde la playa de los empresarios, no consiste en poder decir lo que se quiere sino en decir lo que el dueño del medio quiere. Si determinado periodista o columnista no se comporta en consecuencia, está en el lugar equivocado.

 

No es que JOG se haya pasado de la línea. Lo que pasa es que le están corriendo la silla porque al nuevo dueño de El Tiempo no le conviene la misma añosa dialéctica atrabiliaria, que en tiempos de Uribe le fue tan útil.