"Cada tragedia desde Columbine en 1999 —un total de 28— ha suscitado las mismas reacciones de dolor y de introspección, pero no ha habido avances en el frente legislativo. En Connecticut, por ejemplo, la ley estatal permite armas en las escuelas públicas o privadas siempre que el portador, mayor de 21 años y sujeto a revisión de antecedentes penales, tenga un permiso oficial y también permiso de las autoridades escolares.
IN GUNS WE TRUST
El Congreso se muestra reacio a aprobar leyes para restringir el acceso a las armas de fuego, pese a los cambios prometidos por la administración Obama. Sus intentos han chocado frente a una poderosa industria armamentística y la ancestral afición a las armas de una parte importante de la sociedad americana.
Según un estudio del Centro de Investigación Pew, en el año 2000, el 66% de los estadounidenses creía necesario dar prioridad al control de armas por encima de la Segunda Enmienda de la Constitución, que consagra el derecho a las armas. Este año, solo el 47% opinó lo mismo. El año pasado, de los 14.000 asesinatos cometidos en Estados Unidos, 10.000 fueron por armas de fuego; y se estima que hay unos 200 millones de armas en circulación".
(www.tugentelatina.com)
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PASCAL BELTRÁN DEL RÍO (*)
Pese a que ha habido cerca de 500 muertos en masacres en Estados Unidos en los últimos 30 años, la movilización de la conciencia pública a favor de un mayor control de armas ha sido complicada
Hace 11 años, en diciembre de 2001, un terrorista solitario fue detenido en el aeropuerto de Boston luego de que intentó hacer estallar una bomba, que llevaba oculta en la suela de uno de sus zapatos, mientras iba a bordo de un vuelo trasatlántico.
A raíz de ese incidente, los pasajeros de cualquier nacionalidad que se dirijan a Estados Unidos o hagan escala en algún aeropuerto de ese país se ven obligados a descalzarse en los filtros de seguridad.
Lo curioso es que si uno aborda un tren en territorio estadunidense no solamente no le quitan los zapatos para revisarlos sino que tiene derecho a llevar un arma en su equipaje.
Hace dos años se levantó una restricción en ese sentido, luego de que un senador republicano del estado de Misuri lo propuso como parte de la ley de egresos de 2010.
Por cierto, si usted viaja a Misuri y sale a tomar una copa, tenga en cuenta que alguno de los parroquianos del bar puede andar armado, pues la ley se lo permite, esté sobrio o no.
La terrible masacre de niños de kínder y primaria en Newtown, Connecticut, ha vuelto a poner en la agenda pública estadunidense el debate sobre la compra venta, posesión y traslado de armas de fuego, garantizado por la Segunda Enmienda de la Constitución de Estados Unidos desde 1791 y reafirmado por la Suprema Corte de ese país desde 1822.
Se trata de un debate que no sólo incumbe a los estadunidenses. La Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos de la Niñez, adoptada en noviembre de 1989, establece en su artículo 19 que los gobiernos “deben asegurar que los niños tengan la atención adecuada y sean protegidos de la violencia”. Y también dice que cada gobierno debe revisar sus leyes para adecuarlas a lo acordado.
A juzgar por el número de masacres en centros escolares y lugares frecuentados por niños desde aquel año, Estados Unidos no está cumpliendo con la Convención, aunque es necesario decir que los únicos tres Estados miembros de la ONU que no la han ratificado son Somalia, Sudán del Sur (país de reciente creación) y… Estados Unidos.
¿Por qué otra razón el debate sobre las armas en Estados Unidos no es sólo un debate local? Por el enorme contrabando de armas de alto poder que se compran de manera legal en Estados Unidos y son trasladas ilegalmente a México, donde han sido usadas por el crimen organizado para matar a civiles y elementos de las fuerzas de seguridad.
Durante la discusión —a ratos muy acalorada— que la matanza de Newtown provocó en las redes sociales, personas que suscriben la visión de que debe ampliarse, no restringirse, el derecho de poseer y trasladar armas de fuego argumentaron que el fusil preferido de la delincuencia organizada era el Kalashnikov —particularmente el AK47 o cuerno de chivo—, patentado por la firma de armas rusa IzhMash y fabricado en una veintena de países, entre los cuales no está Estados Unidos.
Sin embargo, una revisión rápida de noticias de los últimos años arrojó que las fuerzas de seguridad en México han asegurado gran cantidad de rifles de asalto y municiones calibre .223 como los usados el viernes en Newtown para asesinar a 20 niños y seis adultos en la escuela primaria Sandy Hook.
También ha habido homicidios de niños, policías y autoridades con balas .223 y el similar 5.56, ambos calibres diseñados en Estados Unidos por Remington en los años 60.
Entre ellos Édgar Morales Pérez, alcalde electo de Matehuala, San Luis Potosí, asesinado en agosto pasado, y al lado de cuyo cadáver aparecieron casquillos calibre .223.
O los primos Juan Uriel Luna Villa, de dos años de edad, y Juan Daniel Villa Benítez, de seis, quienes quedaron tendidos bajo el cuerpo de su abuela, luego de que un grupo de sicarios rafagueó su casa de madera en la colonia Simón Bolívar, de Acapulco, en marzo del año pasado, cuando perseguía a miembros de una banda rival.
O los policías guanajuatenses Mauricio Gasca Caracheo y Salvador Camacho Santa María, atacados en Celaya una noche de septiembre pasado, desde un vehículo en movimiento, cuando iban a bordo de su patrulla.
Además, muchas de las armas de alto poder que llegan a manos de criminales en México y que no son fabricadas en Estados Unidos también llegan por la frontera norte de nuestro país gracias a que reciben facilidades para su importación a territorio estadunidense, como denunció Tom Díaz, investigador del ViolencePolicy Center, en el profundo y estremecedor reportaje que realizó mi compañera Georgina Olson sobre tráfico de armas, publicado en Excélsior en octubre de 2010.
En su reportaje, los especialistas entrevistados por Olson dieron cuenta de la nula voluntad del presidente Barack Obama para poner restricciones a la fabricación e importación de armas de asalto —a diferencia de su antecesor Bill Clinton, quien logró pasar por el Congreso una prohibición, que duró de 1994 a 2004—, así como actuar decididamente contra la exportación hormiga de armas de fuego a México.
La congresista demócrata Carolyn McCarthy dijo a la reportera de Excélsior que desde que su partido fue avasallado por los republicanos —más propensos a un enfoque no restrictivo sobre la posesión y traslado de armas—, en los comicios legislativos de noviembre de 1994, los demócratas han evitado enfrentar a la poderosa Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés), por temor a la pérdida de votos.
Fundada en el siglo XIX como una asociación que promovía el uso de rifles por parte del ejército estadunidense, la NRA se ha convertido en una poderosa organización de cabildeo que lucha por extender los derechos de posesión y traslado de armas de fuego.
Mediante campañas públicas, acciones legales y generosas contribuciones a legisladores afines a su causa, la NRA ha logrado oponerse a muchos intentos de controlar la compra y uso de armas de fuego.
En 2005, por ejemplo, demandó al alcalde de Nueva Orleans, quien había ordenado una campaña de despistolización de la ciudad en medio del caos provocado por el huracán Katrina. En 2008, logró que la ley de control de armas de la capital estadunidense, que databa de 1975, fuera declarada inconstitucional.
Si usted quiere darse una asomada a la filosofía de este grupo, le sugiero visitar la página de regalos en internet (nrastore.com), donde se promueven como regalos navideños para niños una serie de juguetes bélicos, como una reproducción de la pistola .44 Magnum que dispara balas “suaves”.
Pese a que ha habido cerca de 500 muertos en masacres en Estados Unidos en los últimos 30 años (de los cuales 70 han ocurrido este 2012, en siete actos de violencia extrema), la movilización de la conciencia pública a favor de un mayor control de armas ha sido complicada.
Aunque el número de hogares con armas ha descendido en los últimos años, ocho de cada diez estadunidenses poseen un arma en promedio. Y la lucha contra la regulación ha vuelto cada vez más fácil comprar un arma y cada vez más difícil que las autoridades les sigan la pista.
Los promotores de la liberalización dicen que las masacres no son culpa de las armas sino de la gente que hace mal uso de ellas, pero en Estados Unidos los asesinatos masivos realizados por personas que se suicidan o provocan que la policía los mate van al alza. Y de las 139 armas usadas en 61 masacres cometidas desde 1982, tres cuartas partes fueron obtenidas de manera legal.
Por desgracia, las tragedias como la Aurora, Colorado —donde 12 personas fueron asesinadas y 59 heridas por el fuego de armas de asalto, mientras veían una película, en julio pasado— no han hecho mucho por revertir la cultura de violencia y muerte que predomina en muchas regiones de Estados Unidos.
El columnista de The New York Times Charles M. Blow publicó que durante la venta anual conocida como Viernes Negro, a finales de noviembre, se rompió el récord de personas que solicitaron una revisión de antecedentes penales al FBI con el propósito de comprar un arma. Fueron casi 155 mil, 20% más que el año pasado.
Por eso, pese al discurso emotivo del presidente Obama, quien literalmente lloró las muertesde los niños de Newtown, me temo —para desgracia de estadunidenses y mexicanos— que la cultura dominante de nuestro vecino del norte seguirá confiando en las armas.
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(*) Tomado de www.excelsior.com.mx