POR OCTAVIO QUINTERO
Con pocos días de antelación han desaparecido este mes de diciembre del 2012, dos medios de comunicación impresos: El Liberal, de Popayán, Colombia, el diario más importante del sur del país; y el News Week, en español e inglés, el semanario de noticias internacionales más importante a nivel mundial.
De la parroquia al universo, estos dos hechos se conectan por la misma causa: el periodismo impreso y, en general toda las formas impresas: cartas, documentos, libros, publicidad y un largo etcétera, van de salida: la era Gutenberg, de 1450 en adelante, toca a su fin.
¿Qué tanto más durará? No mucho tiempo: una o dos décadas más. El raudo avance de la telemática reducirá los impresos en este lapso de tiempo a su mínima expresión.
La coincidencia entre El Liberal y News Week; tan distantes, tan diferentes, tan incomparables como entes, lo que deja claro es que atravesamos por una revolución de medios de comunicación que está masificando la opinión pública a través de interactivas redes sociales que dan valor agregado a la cadena informativa.
Ya no salimos a la calle a ver qué está pasando (como espectadores) sino a participar –cada cual a su manera- en el desarrollo de los acontecimientos del día… Porque ya, a la distancia de un clic, antes de levantarnos -inclusive- podemos desplegar toda la información que queramos, no solo la que nos ofrece un único medio impreso que a manera de símbolo cultural cargábamos bajo el sobaco hace unos cuantos años.
Los adultos nos asombramos con la inteligencia de los niños de hoy, en comparación en edad y tiempo a la nuestra: claro, ese niño puede desplegar hoy, en par segundos, más de 17 millones de resultados en su PC sobre la definición de matemáticas, cuando muchos de nosotros no teníamos en la escuela más que un pequeño Larousse compartido.
Para saber hoy qué está pasando en Popayán o Nueva York, ya no necesitamos El Liberal o News Week; necesitamos solo Internet, ese medio que va de la parroquia al cosmos, mostrándonos a la carta –en micro o en macro- lo que queremos saber.
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Fin de folio: La ascendencia del periódico de la ciudad era tal sobre la población que hace algunos años en Medellín cuando íbamos con El Tiempo en la mano le preguntaban a uno: ¿Qué Colombiano es ese?