JOHN MARULANDA
La posibilidad de una Justicia transicional para los terroristas de las Farc, abre la discusión sobre una justicia especial para los militares. El Honor militar esta en medio de esta discusión.
Este concepto nació a mediados del siglo XV entendido como la lealtad de los Jefes armados a su Señor, al Papa o al cristianismo. Honorables y todo, igual empalaban, decapitaban, desmembraban o asaban a los ”impíos” musulmanes. Era una Guerra Santa y no existían los derechos humanos.
En la madrugada del 9 de abril de 1948, en Manizales, Jorge Eliecer Gaitán hizo su última intervención forense defendiendo al Teniente Jesus María Cortés basando su argumentación en el Honor Militar: el oficial de batallón Ayacucho había asesinado al periodista Eudoro Galarza por una nota en la que se decía que Cortés maltrataba a los soldados. En la actualidad sería un imposible jurídico argumentar el Honor Militar para eximir la responsabilidad de un asesinato.
Cuando yo era Subteniente de Caballería – 1975: ay que distante!- conductas homosexuales además de acarrear sanciones disciplinarias, expulsión y escarnio institucional eran, ante todo, afrentas al Honor militar. Hoy el homosexualismo es un derecho constitucional.
En 1985, el Ministro de la Defensa veto cualquier posibilidad de que oficiales del ejército investigados por conductas irregulares en la guerra contra el M-19, se acogieran a la ley de amnistía que se les ofreció. Lo considero una afrenta al Honor Militar. Resultado: Petro y la izquierda chavista alcaldean en campaña presidencial mientras el coronel Plazas paga 40 años de cárcel.
La Honorabilidad, que es en principio una percepción y una conducta personal forjada en las costumbres y usos familiares y escolares, al trasladarse a una institución como la militar adquiere un cariz político de defensa de la soberanía nacional, de la integridad territorial, del orden constitucional - democrático en nuestro caso- y queda encuadrada dentro de los parámetros jurídicos del país en cuestión. En términos estrictos, el Honor Militar hoy en día tiene que adherirse minuciosamente a los códigos administrativos, disciplinarios y jurídicos vigentes. Mas allá habría que recordar a Séneca: “El Honor prohíbe acciones que la ley tolera”.
Aquí el gobierno tiene que hilar delgado y no dejarse llevar por cantos de sirenas que proceden de personas y organizaciones extrañas a nuestra cultura, a nuestro entorno y a nuestra realidad. Nuestros militares necesitan un marco especial que los proteja de las continuas celadas jurídicas que la izquierda nacional y continental les tienden. Y el Mando debe comprender que un Honor Militar mal entendido, decimonónico, desactualizado, solamente servirá para desmoralizar la institución más preciada en el país y engordar las glotonas faltriqueras de falsos defensores de los derechos humanos.
El Honor de los militares colombianos tiene que ser una garantía para cualquier eventual proceso de paz. No puede ser un óbice. Pero hay que repensarlo