POR OCTAVIO QUINTERO
En Colombia las cosas no se deshacen como se hacen. Ya lo hemos señalado en materia política. Las condiciones de una elección de alcalde son unas, y no las mismas para la revocatoria del mandato.
Esa asimetría ha frustrado todos los intentos de revocatorias que se han emprendido en el país, y mientras no se procure una reforma política que establezca correspondencia entre la elección y la revocatoria, ese derecho de los electores seguirá siendo un saludo a la bandera.
Pero el asunto alrededor del tema de revocatoria del mandato al alcalde Petro, se complica, para más confundirse uno…
Dice Petro que al revisar los nombres (más de 640.000) que suscribieron las listas, encontró su nombre y firma en dos veces.
Eso no es tan grave en un país de “chistosos” (como lo define el propio represente Gómez). Si tenemos en el ámbito jurídico un cartel de “falsos testigos”, ¿qué tanto es, estampar un nombre y falsificar una firma en un papel de la calle para salir del paso?
Me explico: eso es muy grave, pero entre nos, lo grave ya no tiene parámetro, pues, cada vez cosas más graves llegan y pasan al olvido, superadas por otras circunstancias de mejor y más perversa configuración.
Grave es que las listas hayan llegado a poder de la Administración de Petro. ¿Quién las suministró? ¿No tienen carácter reservado?
Si firmar una revocatoria, en cierta forma es votar anticipadamente por el SÍ, esa firma debiera rodearse del mismo secreto que protege al voto y la registraduría no debiera suministrar copias a nadie.
Si lo ocurrido en Bogotá hace carrera, todos podremos imaginarnos qué pasaría en esas poblaciones de menos de 200.000 habitantes, que son la inmensa mayoría, en donde todos se conocen con todos, cuando el alcalde tenga en sus manos la lista de los ciudadanos que quieren revocarlo…
Bueno, si en términos normales es difícil alcanzar una revocatoria de mandato, tanto más será cuando el ciudadano intuya, con sobradas razones, que va a ser objeto de persecución política, económica y social por parte de ese alcalde –amo y señor de la parroquia- cuando vea su nombre en las listas de los inconformes con su mandato.