-¿Y no haría esto de la manera más pura aquel que fuera a cada cosa tan sólo con el mero pensamiento, sin servirse de la vista en reflexionar y sin arrastrar ningún otro sentido en su meditación, sino que, empleando el mero pensamiento en sí mismo, en toda su pureza, intentara dar caza a cada una de las realidades, sola, en sí misma y en toda su pureza, tras haberse liberado en todo lo posible de los ojos, de los oídos y, por decirlo así, de todo el cuerpo, convencido de que éste perturba el alma y no la permite entrar en posesión de la verdad y de la sabiduría, cuando tiene comercio con ella? ¿Acaso no es éste, oh Simmias, quien alcanzará la realidad, si es que la ha alcanzado alguno?
-Es una verdad grandísima lo que dices, Sócrates-replicó Simmias.
-Pues bien –continuó Sócrates-, después de todas estas consideraciones, por necesidad se forma en lo que son genuinamente filósofos una creencia tal, que les hace decirse mutuamente algo así como esto: “Tal vez haya una especie de sendero que nos lleve a término [juntamente con el razonamiento en la investigación][1], porque mientras tengamos el cuerpo y éste nuestra alma mezclada con semejante mal, jamás alcanzaremos de manera suficiente lo que deseamos. Y decimos que lo que deseamos es la verdad. En efecto, son un sinfín las preocupaciones que nos procura el cuerpo por culpa de su necesaria alimentación; y encima, si nos ataca alguna enfermedad, nos impide la caza de la verdad. Nos llena de amores, de deseos, de temores, de imágenes de todas clases, de un montón de naderías, de tal manera que, como se dice, por culpa suya no nos es posible tener nunca un pensamiento sensato. Guerras, revoluciones y luchas nadie las causa, sino el cuerpo y sus deseos, pues es por la adquisición de riquezas por lo que se originan todas las guerras, y a adquirir riqueza nos vemos obligados por el cuerpo, porque somos esclavos de sus cuidados; y de ahí, que por todas estas causas no tengamos tiempo para dedicarlo a la filosofía. Y lo peor de todo es que, si nos queda algún tiempo libre de su cuidado y nos dedicamos a reflexionar sobre algo, inesperadamente se presenta en todas partes en nuestras investigaciones y nos alborota, nos perturba y nos deja perplejos, de tal manera que por su culpa no podemos contemplar la verdad. Por el contrario, nos queda verdaderamente demostrado que, si alguna vez hemos de saber algo en puridad, tenemos que desembarazarnos de él y contemplar tan sólo con el almas las cosas en sí mismas. Entonces, según parece, tendremos aquello que deseamos y de lo que nos declaramos enamorados, la sabiduría; tan sólo entonces, una vez muertos, según indica el razonamiento, y no en vida. En efecto, si no es posible conocer nada de una manera pura juntamente con el cuerpo, una de dos, o es de todo punto imposible adquirir el saber, o sólo es posible cuando hayamos muerto, pues es entonces cuando el alma queda sola en sí misma, separada del cuerpo, y no antes. Y mientras estemos con vida, más cerca estaremos del conocer, según parece, si en todo lo posible no tenemos ningún trato ni comercio con el cuerpo, salvo en lo que sea de toda necesidad, ni nos contaminamos de su naturaleza, manteniéndonos puros de su contacto, hasta que la divinidad nos libre de él. De esta manera, purificados y desembarazados de la insensatez del cuerpo, estaremos, como es natural, entre gentes semejantes a nosotros y conoceremos por nosotros mismos todo lo que es puro; y esto tal vez sea lo verdadero. Pues al que no es puro de temer que le esté vedado el alcanzar lo puro.” He aquí, oh Simmias, lo que necesariamente pensarán y se dirán unos a otros todos los que son amantes del aprender[2] en el recto sentido de la palabra. ¿No te parece a ti así?
-Enteramente, Sócrates.
Tomado de “Fedón” o “Sobre el Alma” de Platón
___________________________________________________________________________
[1] Burnet rechaza del texto lo incluido entre corchetes por considerarlo superfluo.
[2] ΦʈλΟμαϑɧϛ equivale a ϕʈλÓδΟϕΟϛ
FEDON O SOBRE EL ALMA: Obra escrita por Platón alrededor del año 387 a. de C., nos trae argumentos en pro y en contra de la inmortalidad del alma; una teoría del conocimiento; la formulación de un ideal de vida; y, un acercamiento a lo que fueran los últimos días de vida de Sócrates antes de ser ejecutado.
Platón nos deja en este documento un testimonio valiosísimo del momento en el cual “el filósofo –que para él no es más que el hombre que vive con mayor autenticidad la verdadera esencia del hombre- se enfrenta con el momento supremo de su existencia: el de la muerte”.
Es una teoría sobre “el buen morir, tomando como base la muerte ejemplar de un hombre de vida ejemplar. Sócrates, la mítica figura del filósofo”.
El diálogo tiene lugar en la prisión donde Sócrates estaba detenido esperando el momento de su ejecución, en Atenas, en el año 399 a. de C.; Sócrates hace una apología de sí mismo, no ante los jueces, sino ante sus amigos. No obstante, el filósofo no se defiende de nada, ya que defiende –por el contrario- la actitud que debe observarse ante la muerte.
Grandeza de ánimo es lo que no debe perderse de vista una vez alcanzado el instante del final de la vida y el filósofo siente la necesidad de no llevarse ese secreto a su tumba. “Por eso, en el momento de emprender un viaje dudoso y definitivo, habrá de exponer cuantos motivos tiene para mostrarse sereno y confiado, para no sentir irritación ni desasosiego, para no ser presa de lo que en términos actuales denominaríamos la ‹‹angustia››”.
“La razón humana, con sus límites, no puede demostrar cuál será el destino que le espera al hombre una vez franqueada la frontera de la vida. Lo que venga después tan sólo una revelación divina puede precisarlo, no puede deducirse por razonamiento, es objeto de creencia de fe y de esperanza, y únicamente la religión puede dar cuenta de ello”.
rafaeliriartetorres.blogspot.com
“Los hombres están en una especia de presidio o cuerpo de guardia del que no pueden desertar, y como posesión de los dioses que son, tienen que esperar la orden de éstos para terminar sus días”.
Para el filósofo es claro que la muerte traerá la separación del cuerpo y el alma y su exposición se basa en esa disociación y en la imposibilidad de evitarla. Su discurso plantea desde su concepto filosófico la debilidad del cuerpo frente a la importancia del alma, en perseguir, en suma, la verdad con el puro pensamiento, tratando de escapar del engaño inherente a los sentidos. “De ahí también la convicción de que el alma únicamente podrá ‹‹dar caza›› a la realidad en el momento en que esté a solas consigo misma, es decir, una vez separada del cuerpo por completo, lo que tan sólo acontece después de la muerte”.
Tomado del Libro “El Banquete, Fedón y Fedro” de Platón. Ediciones Folio S.A.