De la marcha del día 4 se pueden sacar varias conclusiones preliminares: 1) Rechazo abierto, contundente y expreso, con nombre propio, a las FARC; a sus crímenes; a los secuestros; a la forma indigna en que tratan a los cautivos; a las minas “quiebrapatas”; al constante asedio en el que mantienen a la población civil. 2) Exigencia, también expresa y contundente a las FARC, en el sentido de liberar a todos los secuestrados. 3) No se marchó a favor, ni tampoco en contra del Gobierno colombiano; del Presidente Uribe; de Chávez; ni de Piedad Córdoba, como grupos aislados proponían, por la sencilla razón de que ese no era el objeto de la convocatoria. 4) Rechazo, menos fuerte pero expresado por muchos manifestantes, a las otras expresiones de violencia, como la de los paramilitares, o la del ELN. 5) Afirmación muy específica, reiterada en todos los puntos de la marcha, en el sentido -que ojalá hayan escuchado y entendido bien en el exterior- de no sentirnos los colombianos representados por las FARC; de lo cual resulta que, por tanto, ellos no son el ejército del pueblo, como pomposamente lo proclaman en su sigla, ni estamos esperando que esa organización armada nos libere de alguna dictadura, o nos redima de la injusticia social vigente, que sí existe pero que no se erradica mediante la violencia. 6) Mensaje al mundo sobre la cohesión del pueblo colombiano en lo relativo a la búsqueda de la paz. 7) Con menos intensidad, y concentrada en algunos grupos de manifestantes, entre ellos los familiares de los secuestrados (quienes no marcharon, y en una actitud que merece respeto y consideración prefirieron asistir a una Santa Misa), la exigencia de un Acuerdo Humanitario para la liberación de los secuestrados.
Eso fue, a grandes rasgos, lo que percibimos, y en síntesis lo que hubo fue un grito muy fuerte de la sociedad colombiana contra el secuestro y la violencia, que a la vez significó protocolizar la total e indudable falta de legitimidad de esa guerrilla y su actividad. Para corroborarlo, algo muy grave le ocurrió al Secretariado: los miembros de las FARC presos en las cárceles colombianas decidieron unirse a la protesta ciudadana, y prácticamente se rebelaron contra la organización armada a la que pertenecieron. Con ello, en buena parte, despojaron a los cabecillas de un elemento indispensable para cualquier acuerdo: sus “canjeables”, aunque no todos, sí muchos.
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