Así como en algunos casos hemos discrepado de decisiones o afirmaciones del Procurador Alejandro Ordóñez, debemos reconocer que también dice muchas verdades. Además, las dice muy oportunamente y con gran claridad, porque está verdaderamente convencido.
Por ejemplo, en reciente reportaje -que debería ser ampliamente reproducido- ha manifestado con razón que la sociedad colombiana está enferma; que las causas de sus males deben buscarse en la ausencia de una pedagogía social de los valores; y que resulta necesario volver a ellos para evitar que sigamos hacia el despeñadero.
Hay que restablecer, pues, esa pedagogía. Ella, de acuerdo con el concepto de Ordóñez, “tiene que permitir la reconstrucción del tejido social y eso no se logrará sino con el reconocimiento de la familia como célula vital”.
Agrega el Procurador que “cuando hay disolución de la familia, se generan violencia intrafamiliar, drogadicción, delincuencia, irrespeto a la vida”, y presenta como ejemplos –alarmantes por cierto- los suicidios de adolescentes y los cada vez más frecuentes casos de violencia escolar.
No se puede olvidar que el Procurador General es constitucionalmente personero y representante de la sociedad y de sus intereses, por lo cual su voz debe ser escuchada cuando es precisamente el bien colectivo el que está en juego.
Cuando los ciudadanos vemos atónitos que en nuestro medio hay, detrás de cada contrato estatal, un sinnúmero de corruptos al acecho; que la mafia tenía acuerdos con funcionarios de Estupefacientes; que el delito prolifera en las entidades públicas; que militares deshonran la institución planeando y ejecutando los llamados “falsos positivos”, o que son capaces de violar a una niña de catorce años y de asesinarla junto con sus hermanitos; que una menor de cinco años es violada por su padrastro con el consentimiento de la madre; que un profesor portador del VIH ataca sexualmente a los estudiantes…, concluye necesariamente que el Procurador tiene razón: una enfermedad muy grave afecta a la comunidad colombiana y amenaza con extenderse.
¿Para qué negarlo? Se ha perdido a la familia como primer centro de formación de la personalidad del niño. Los padres han sido sustituidos por la televisión, los computadores y el Internet. En los colegios, se ha perdido la respetabilidad del profesor. Y la sociedad en su conjunto ha cambiado radicalmente los valores y los principios tradicionales, y ha confundido la libertad con el libertinaje.
¿Qué se puede esperar?