JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO
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El 25 de julio –Batalla del Pantano de Vargas- y el 7 de agosto de 1819 –Batalla de Boyacá- cuyos 194 años celebrábamos en estos días, se constituyen en las fechas de mayor trascendencia en el glorioso proceso de nuestra campaña libertadora. A nadie cabe duda sobre el efecto demoledor de la victoria en el ánimo de los invasores españoles, quienes en la sede del gobierno usurpador, en Santa Fe, no podían creer las noticias provenientes de los campos boyacenses.
De ninguna manera podían admitir, hasta cuando lo vieron por sus propios ojos, que las bien conformadas y uniformadas tropas realistas hubieran caído ante el empuje de lo que consideraban apenas un grupo de campesinos insurrectos que merecían castigo por el delito de haberse levantado contra la metrópoli.
Fue la dura campaña emprendida por el Libertador, que culminó con las dos importantes batallas mencionadas, la que logró convertir en realidad el sueño de libertad que habían alimentado los comuneros, Antonio Nariño, Camilo Torres, José Acevedo y Gómez, Policarpa Salavarrieta, Custodio García Rovira, el sabio Francisco José de Caldas y tantos otros.
La proclamación de independencia de la Nueva Granada, propiciada por los criollos aprovechando la coyuntura que ofrecía la visita de Don Antonio Villavicencio a Santa Fe, la congestión de la Plaza Mayor un día de mercado y la agresividad de González Llorente –el dueño del florero- contra los criollos, se produjo el 20 de julio de 1810, y las primeras constituciones fueron proclamadas sobre la base de esa declaración.
Pero cuando el rey español, Don Fernando VII, fue liberado por Napoleón Bonaparte y se encontró con el hecho creado y -ya para 1812- irreversible, según el cual España había perdido todas sus colonias en América, porque habían proclamado la independencia, decidió iniciar la reconquista y envió a Pablo Morillo, mal llamado el Pacificador, a nuestro territorio. Éste arribó y se instaló en el poder sin mayor resistencia, y entre 1816 y 1819 causó mucho daño a la causa de la libertad.
Morillo, sanguinario y torpe, junto con el virrey Juan Sámano –de características no muy diferentes-, organizó el régimen del terror; desconoció la declaración de independencia; abolió las libertades; ignoró las constituciones, persiguió y mandó fusilar a los patriotas.
Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander y el Ejército Libertador, compuesto por un puñado de hombres humildes y mal vestidos pero firmes y valientes, con la valiosa ayuda del contingente británico, lograron derrotar al general Barreiro y al poderoso ejército peninsular, haciendo real y efectiva la declaración de independencia de 1810.
Fue una gesta formidable, que nos dio de modo cierto la soberanía y que justamente enorgullece al pueblo de Colombia. Una fecha histórica verdaderamente memorable. Un día inolvidable para nuestra democracia. Por eso no entendemos la razón para que este 7 de agosto de 2013, en el Puente de Boyacá, se haya celebrado esa fiesta a puerta cerrada, es decir, excluyendo al pueblo. Una singular celebración.