VIKTOR FRANKL. Nació en Viena (Austria) en una familia de origen judío, el 25 de marzo de 1905 y murió el 2 de septiembre de 1997 en Viena. Estudió medicina y se especializó en neurología y psiquiatra; y, fundó la logoterapia[1]. Estuvo en campos de concentración -Auschwitz uno de ellos-, entre 1942 y 1945 y pese a todo lo sufrido, sobrevivió gracias a su fuerte convicción de que todo lo bueno y lo malo se encuentra en el poder de la mente.
randomhouse. com.so
En el otoño de 1942, junto con su esposa y sus padres, fue deportado al campo de concentración de Theresienstadf. En 1944 fue trasladado a Auschwitz y posteriormente a Kaufering y Türkheim, dos campos de concentración que dependían del de Dachau. Fue liberado el 27 de abril de 1945 por el ejército norteamericano. Vicktor Frankl sobrevivió al holocausto pero su esposa y sus padres fallecieron en campos de concentración.
La experiencia vivida le inspiro el libro “El hombre en busca de sentido”, escrito en 1945.
hayquevivirlo.blogspot.com
Hasta 1971 dirigió la policlínica neurológica de Viena y dictó clases hasta los 85 años; en 1955 recibió el doctorado de filosofía; a partir de 1961 dictó clases en las Universidad de Harvard, Stanford y otros centros académicos en Estados Unidos; fue un gran escalador de montaña y piloto de avión; publicó más de 30 libros traducidos a numerosos idiomas y recibió 29 doctorados Honoris Causa.
En su libro “El hombre en busca de sentido”, el doctor Vícktor Frankl nos regalaría las siguientes reflexiones:
“El prisionero de un campo de concentración tenía un miedo brutal a tomar decisiones o a adoptar cualquier tipo de iniciativa. Era la consecuencia del fuerte sentimiento de saberse un juguete de destino, como si el destino irremediablemente se hubiese apoderado de uno; era mejor no pretender interferir y dejarle seguir su propio curso”.
(…)
“Además de su función como mecanismo de defensa, la apatía de los prisioneros era también el efecto de otros factores. El hambre y la escasez de sueño la agudizaban -como sucede en la vida normal-, y también la irritabilidad general, otra de las características de la psicología de los prisioneros de los campos de concentración. La falta de sueño se debía en buena parte a la plaga de pulgas que infestaban los superpoblados barracones sin ninguna medida de higiene ni de atención sanitaria. Súmese, además, la ausencia total de esos productos que en la vida ordinaria aplacan o mitigan la sensación de apatía e irritabilidad. La cafeína y la nicotina.
A estas causas físicas se asociaban también las psicológicas, casi siempre en forma de ciertos complejos. Buena parte de los prisioneros sufrían una especie de complejo de inferioridad. Todos fuimos –o creímos ser- ‹‹alguien›› en nuestra existencia anterior al internamiento. Ahora se nos trataba como si fuésemos un ‹‹don nadie››, como si casi no existiésemos”.
(…)
¿No existe una libertad espiritual frente a la conducta y al entorno? ¿Es correcta la teoría que nos presenta el hombre como un producto de unos factores condicionantes, bien sean de naturaleza biológica, psicológica o sociológica? ¿Acaso el hombre es un mero producto fortuito del sumatorio de esos factores? Y, lo que es más importante, ¿demuestran las reacciones psicológicas de los internos que el hombre es incapaz de escapar a la influencia de las circunstancias externas, cuando éstas son tan asfixiantes como las reglas de un campo de concentración? ¿Carece el hombre de la capacidad de decisión interior de elegir cuando las circunstancias externas anulan o limitan la libertad de elegir su comportamiento externo?
Puedo contestar a las preguntas anteriores desde la óptica de la experiencia y también con arreglo a los principios. Las experiencias de vida en un campo demuestran que el hombre mantiene su capacidad de elección. Los ejemplos son abundantes, algunos heroicos; también se comprueba cómo algunos eran capaces de superar la apatía y la irritabilidad. El hombre puede conservar un reducto de libertad espiritual, de independencia mental, incluso en aquellos crueles estados de tensión psíquica y de inteligencia física.
Los supervivientes de los campos de concentración aún recordamos a algunos hombres que visitaban los barracones consolando a los demás y ofreciéndoles su único mendrugo de pan. Quizá no fuese muchos, pero esos pocos representaban una muestra irrefutable de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas – la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino- para decidir su propio camino”.
____________________________________________________
[1] La logoterapia es una psicoterapia que propone que la voluntad de sentido es la motivación primaria del ser humano, una dimensión psicológica inexplorada por paradigmas psicoterapéuticos anteriores, y que la atención clínica a ella es esencial para la recuperación integral del paciente. La logoterapia está considerada como la Tercera Escuela Vienesa de Psicología, después del Psicoanálisis de Freud y de la Psicología individual de Adler.