PROPUESTA INDECENTE

09 Mar 2009
Valora este artículo
(0 votos)
4123 veces

En el ocaso de Uribe, se empieza a decir que lo más conveniente para Colombia en el futuro inmediato es una política de centro. Eso es lo que está proponiendo, por ejemplo, César Gaviria, el ex presidente y actual director del Partido Liberal que nos hundió en el modelo neoliberal; eso será, ya verán, lo que empezará a proponer el ex presidente Pastrana que nos metió en el cuento del Plan Colombia y el TLC, cuando retorne por estos lares a "salvar la democracia, maestro", como el coronel Plazas en la toma del Palacio de Justicia. Y eso, y nada más, es lo que ha venido gestando el ex presidente Samper que nos metió "a sus espaldas" el elefante al rancho

Nos quieren embutir como cambio una política de centro para que, como en la fábula del Gato Pardo, "todo cambie sin que cambie nada". Un partido de centro que "descarte a la derecha paramilitar y a la izquierda revolucionaria", dicen.

Un momento: fuera bueno darle la palabra a la derecha para que nos explicara si siempre ha sido apoyada por el paramilitarismo, o si sólo se dio en esta aciaga etapa de Uribe, con lo cual, los analistas debieran hablar, entonces, de una derecha que descarte el paramilitarismo de Uribe.

En cuanto a la esencia revolucionaria de la izquierda, eso, en vez de ser una acusación descalificadora resulta un reconocimiento que justifica el fin de todas nuestras luchas al lado de la izquierda emancipadora.

No es lo mismo pedirle a la derecha que se aleje del paramilitarismo que pedirle a la izquierda que abdique de su lucha revolucionaria, aclarando, por supuesto, aunque no sea necesario, que revolución en términos democráticos es el cambio rápido y profundo en cualquier cosa, como de este régimen que en antes, por ejemplo, ha matado a Gaitán, Galán, Pizarro y Bernardo y hasta a uno de sus más entrañables hijos, Álvaro Gómez, cuando propuso tumbarlo. Y que hoy mata, desaparece y desplaza; tortura y avasalla.

Paradójicamente, sabemos más lo que no somos que lo que somos. Jugando con las palabras, Sócrates dijo, "yo sólo se que nada se".

Hoy puede que haya muchos colombianos que no saben políticamente qué son: si de centro, de izquierda o de derecha. Pero entre esos muchos que no sabrían decir si en las próximas elecciones se van por tal o cual candidato, la mayoría podría estar segura de que, sea lo que sea, uribistas no son, o ya no son.

Por tal razón, pareciera lógico que lo primero que debe perfilarse en el horizonte político del país, y de cara a las elecciones presidenciales del 2010, es un candidato antiuribista.

Con sólo llevar la imagen a los colombianos de que no queremos más "seguridad democrática" a costa de nuestros derechos humanos, civiles y políticos; que no queremos más garantías a la empresa privada a cambio de nuestra propia inseguridad social y más seguridad a la inversión extranjera a cambio de la quiebra de las empresas nacionales, que no queremos frijoles y maíz importados a cambio de la quiebra del agro colombiano, ya sería mucho decir.

Por tanto, cuando desde algunos importantes sectores políticos y círculos de opinión se empieza a decir que el problema de Colombia no es Uribe, me parece, en el mejor de los casos, que tacan burro; y en el peor que han sido clonados por el régimen para que de una manera subliminal pongan a pensar a los colombianos que por fuera de Uribe no hay solución porque nadie está proponiendo nada distinto a ser antiuribista.

Ser antiuribista, para quienes consideran esto como una simplona propuesta electoral, significa también optar por el Estado Social de Derecho en que se enmarca la Constitución Nacional, y como tal, respetar la propiedad privada en tanto y cuanto se obtenga y mantenga con arreglo a la ley y no signifique atropello o estorbo al interés general; ser antiuribista significa tender puentes entre las empresas y los trabajadores y su productividad, con el fin de que los ingresos beneficien a unos y otros como productores de riqueza a través de su capital los unos y de su mano de obra los otros; ser antiuribista, en fin, no significa justificar la acción violenta, terrorista, si se quiere de las Farc, sino derrotarlas en sus tesis objetivas y subjetivas sobre la guerra, mediante el diálogo y la acción del Estado que le permita llegar a todos los rincones del país con la misma eficiencia con que llega a los estratos más altos de las zonas urbanas o hasta las propiedades rurales más exclusivas de los terratenientes.

Ser antiuribista significa, en síntesis, tener una idea muy clara en el campo económico, político y social; en el ámbito internacional y en la conservación del medio ambiente y de los recursos naturales no renovables, de lo que no puede seguir siendo este país.

 

Modificado por última vez en Sábado, 28 Junio 2014 20:16
Elementos de Juicio

Email Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Acerca de Nosotros

Nuestro propósito es aprovechar la tecnología en beneficio de la divulgación, el análisis, la controversia, la verificación de los grandes asuntos en que aparece el Derecho, en cualquiera de sus ramas; los procesos judiciales de trascendencia y los más importantes debates y acontecimientos.