EL SHOW NO DEBE CONTINUAR

06 Ago 2007
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Da la impresión de que se ha perdido el norte respecto al tema crucial de la liberación de las personas secuestradas por la guerrilla, y pensamos que, quizá por la repetición del concepto, el “acuerdo humanitario” ha venido siendo despojado de contenido.

 

Aunque no es el caso de todos, lo cierto es que el tema se manipula, y diríamos que se “usa” por distintos sectores para sus fines, y en la dialéctica intermitente sobre el particular se vislumbra aquél como disfraz de intenciones diversas, para cuyos beneficiarios, al final y en el fondo, lo que menos importa es la suerte de esos colombianos a quienes las FARC mantienen en el absurdo carácter de rehenes.

 

Aun en el caso de acontecimientos como la muy justificada marcha del profesor Moncayo hacia Bogotá, que culminó en un enfrentamiento bochornoso del Jefe del Estado con sus opositores  -en incomprensible competencia por definir quién vociferaba más alto-,  hemos visto un ostensible desvío, de los intervinientes  -en una y en otra posición-, hacia temas totalmente ajenos al primordial: el urgente fin del cautiverio, con vida, de los secuestrados. Hasta el Alcalde Mayor aprovecha la ocasión para no pasar desapercibido.

 

Muchos dicen hallarse dispuestos a prestar su concurso para lograr ese objetivo, pero bien pronto se descubre en ocasiones que se trataba apenas de un señuelo. O, cuando la intención resulta ser genuina, a poco andar surgen las conocidas dificultades para el diálogo entre el Gobierno y la guerrilla, o el voluntario colaborador termina seducido por el impacto de su figura en los medios de comunicación o por inesperadas aspiraciones políticas.

 

Pero los secuestrados continúan secuestrados. Ningún avance real y objetivo se produce; las familias siguen debatiéndose alternativamente entre la esperanza y el desengaño, con un ingrediente adicional muy negativo: a fuerza de tratar el asunto sin interrupción, la sociedad parece acostumbrarse a que las cosas de fondo permanezcan como están, sin perjuicio de los sucesivos “shows” programados a su alrededor.

 

En eso llevamos varios años, y no sabemos cuántos más habrán de transcurrir, desde luego, con cambio de protagonistas en los noticieros de televisión y en los periódicos, y con el ir y venir de propuestas y contrapropuestas; países amigos -que también se rotan-; facilitadores; gestores de paz; comisionados; cartas, discursos y primicias, pero con las mismas personas de carne y hueso  -tal vez acompañadas de nuevos secuestrados-,  en el mismo cautiverio.

 

Este no es un enfoque pesimista, sino el simple registro de un ciudadano común sobre lo que viene aconteciendo y su desalentadora proyección hacia el futuro, y por razones humanitarias, ese ciudadano reclama que el show no continúe.

Modificado por última vez en Sábado, 28 Junio 2014 20:16
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