Escriche ha enseñado en su famoso diccionario que, secuestro es el depósito que se hace de una cosa litigiosa en un tercero hasta que se decida a quien pertenece. Agrega que el secuestro judicial se ordena por el juez, en los casos que ordena la ley.

 

Dentro de ese elenco de posibilidades que señalan las leyes en los distintos países, son  destacables los siguientes elementos:

 

Cuando siendo mueble la cosa que se litiga, se teme que el demandado la transporte o empeore y, en segundo lugar, cuando se embargan los bienes de algunos por deudas o por daños, que hubiesen de satisfacer y esto se hace a manera preventiva.

 

El diccionario judicial del febrero novísimo señala que debe entenderse por secuestro el depósito judicial que se hace en un tercero de alguna alhaja litigiosa hasta que se decida a quien pertenece, algunas veces se toma por embargo.

 

La ley de partidas hace referencia al secuestro como a la cosa sobre la que nace contienda entre el demandante y el demandado y debe ser puesta a consideración y cuidado del juez.

 

Se ha señalado también en el viejo procedimiento español, por ejemplo en la ley de  enjuiciamiento del 24 de julio de 1830, la denominada traba del embargo que importaba el desapoderamiento, es decir, un verdadero secuestro atento a que todos los bienes comprendidos han de ser inventariados con especificación, claridad e individualidad y depositados en presencia de tres testigos sin que el alguacil pueda tenerlos en su poder ni dejarlos en el del deudor porque lo prohíbe la ley.

 

Deducimos de lo expuesto, que para las añejas normas procedimentales, se entendía por secuestro, al embargo de cierto tipo de bienes, aludiendo aquellos que fueran motivo de litigio.

 

Se asimilaban entonces ambos conceptos pero con referencia a cierto tipo de pretensiones, excepción hecha a la extensión a la que alude Escriche con respecto a cautela o embargo de cualquiera de los bienes del presunto deudor por deudas o daños que hubiese de satisfacer.