Los desatinos presidenciales

16 Jul 2012
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Por LUDOVICO ARIOSTO

Para mal de las instituciones y del país, las más recientes actuaciones del Gobierno Nacional -que en muchos aspectos han sido deplorables- demuestran varias cosas:

-El Presidente Santos -quien inició su período con paso firme- parece ahora -ad portas de los dos años desde su posesión- un funcionario desorientado que no sabe muy bien a dónde dirigir la nave del Estado colombiano. Es frecuente en él hacer anuncios que no cumple; cambiar de criterio con impresionante facilidad; desautorizar posiciones y declaraciones de sus colaboradores; improvisar con los proyectos de reforma legal y constitucional, que un día le parecen extraordinariamente buenos y otro día resuelve desmontarlos o decide no presentarlos -como pasó con la reforma a la educación, bajo la justificada presión de los estudiantes-, o los estima totalmente inconvenientes, como aconteció con el acto legislativo aprobado sobre modificación cosntitucional en materia de justicia.

-Se advierte con facilidad que el Presidente está mal asesorado, y muy mal informado en muchos aspectos, en especial los de carácter técnico y jurídico, y en consecuencia no resulta extraño que se precipite a declarar ante los medios sin haber confirmado o corroborado lo que divulga. Eso lo hemos visto varias veces, en lo relacionado con normas jurídicas aplicables a casos específicos; con reacciones presidenciales ante decisiones judiciales, y con mucha frecuencia en el campo de las cifras, como por ejemplo las comunicadas por el Presidente a los colombianos cuando denunció los casos de corrupción en el sistema de salud o en la DIAN. Surgieron diferencias muy grandes entre las cifras iniciales y las establecidas después, lo que hizo que posteriormente -quizá por estar esperando un escándalo mayor- los medios y  la opinión pública restaran o quitaran toda importancia a esos eventos de corrupción. Éstos, en mi criterio, no deben medirse necesariamente por la magnitud en pesos, sino por los hechos mismos; la gravedad del fenómeno no estriba en las cantidades defraudadas sino en el hecho de que haya funcionarios corruptos, a los cuales hay que perseguir, sea por poco o por mucho.

-El Presidente no tiene políticas definidas en muchas materias, ya que es bien conocida su peligrosa tendencia a buscar darle gusto a todos, para quedar bien con todos, con independencia de unos programas preestablecidos, como se supondría que lo estaban desde la época de la candidatura.

-Los ministros suelen dar declaraciones a título personal que después pueden ser o no corregidas por el Presidente, según como ello impacte en las encuestas. Ejemplo: las muy imprudentes palabras de la Canciller sobre el futuro del litigio con Nicaragua por San Andrés (esas no fueron oportunamente rectificadas, y eran muy graves), o el anuncio del Ministro de Hacienda sobre gravámen de IVA para los productos de la canasta familiar (estas sí revaluadas, al ver la reacción de la ciudadanía), o el impulso de los ministros Vargas y Esguerra a la reforma de la justicia, para después sostener el Presidente que la objetaba por inconveniencia -ya aprobada en su totalidad-, con el fin de no perder popularidad  ante la reacción colectiva contra la disparatada enmienda (y a posteriori, habiendo él impulsado la reforma, cargó sobre los hombros de Esguerra toda la responsabilidad de lo acontecido), o el caso de la reforma a la educación, en que hasta último momento se permitió a la Ministra del ramo sostener que el Gobierno no echaría pie atrás (la Ministra fue desautorizada por el Presidente).

-Los ciudadanos, que al principio gustaban del estilo presidencial -supuestamente amable y contemporizador- han venido corroborando que en realidad tiene por objeto lograr que la imagen del Presidente suba en las encuestas; que no decaiga en porcentajes de aprobación, siempre por comparación con el anterior Jefe de Estado; que se facilite el camino para la reelección, dentro de dos años. A veces, incluso, da una inevitable sensación de demagogia y en otras ocasiones no puede ocultar que improvisa.

-El Presidente dice una cosa, pero piensa y hace otra. Por ejemplo, ha afirmado en varias ocasiones que se ha propuesto no pelear con el ex presidente Uribe, pero no pierde ocasión -muchas veces sin necesidad- de hacer o de decir cosas que mortifiquen a su predecesor o que provoquen su reacción airada. 

-En el Gobierno no existe un espíritu de equipo. Da la impresión de que cada ministro o director de departamento administrativo va por su lado.

-La economía está comenzando a dar muestras de deterioro.

En fin, las condiciones de gobernabilidad son cada vez más difíciles. Estas cosas las decimos, no para molestar ni ofender al Dr. Juan Manuel Santos, sino para dar lugar a que reflexione, y para que, ojalá, pensara en rectificar el camino.

 

Modificado por última vez en Sábado, 28 Junio 2014 20:16
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