El camino más corto para llegar al poder por la vía electoral, ya no son las ideologías sino las alianzas estratégicas entre movimientos y partidos políticos, o a través de los llamados “grupos significativos de ciudadanos”, en el escenario electoral colombiano.

 

Por decirlo de una vez, el poder ejecutivo ya no es una expresión de contenido político sino empresarial, en tanto en cuanto ya no se define por medio de partidos políticos sino de empresas electorales que han venido trascendiendo el viejo axioma de la democracia “un voto un hombre” por nuevo axioma: “un peso un voto”.

 

El mapa de las últimas elecciones en Colombia –las llamadas locales- nos deja ver una pista del aserto: de 32 gobernaciones en disputa, 14 fueron ganadas por grupos significativos de ciudadanos, el doble de las gobernaciones cuatro años atrás (2007). De las alcaldías de capitales alcanzaron cinco, entre ellas, Bogotá.

 

Si se acercara un poco más el lente a los resultados electorales, pudiera verse que, en general, todos los triunfos dados en los departamentos y las capitales que hoy aparecen consignados a partidos políticos como  Liberal, Conservador, de la U, Cambio Radical y el Polo, entre los principales, se lograron merced a alianzas estratégicas entre ellos mismos, algunas de ellas verdaderos mazacotes  imposibles de explicar en términos ideológicos.

 

Este tipo de alianzas electorales  está reduciendo a su mínima expresión a todos los partidos políticos, porque dichas alianzas son todas de tipo coyuntural: nacen y mueren con la circunstancia del momento.

 

En las elecciones que se avecinan, sin la menor duda, la Presidencia quedará en manos de una de esas alianzas temporales que ya se vislumbran como Puro Centro Democrático del expresidente Uribe o Pedimos la Palabra, de Navarro Wolf y Antanas Mockus, incluyendo, por supuesto, la muy segura del presidente Santos: Unidad Nacional, de la que hoy participan, alrededor de jugosas viandas burocráticas, casi todos los partidos y movimientos políticos supérstites de las elecciones del 2010.

 

Alrededor de éstas, quedarán como satélites no solo los viejos partidos sino los nuevos, y algunos de estos, heridos de muerte.

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Fin de folio: El viejo dicho del manzanillo “¿Quiénes ganamos?”, al día siguiente de las elecciones, que tanta mofa nos proporcionaba, es ahora grito de batalla que convoca a traicionar la ideología a cambio del triunfo.