El expresidente Fujimori compró la conciencia de varios medios informativos de Perú para detractar a sus enemigos políticos. Así lo contempla la última condena que cae sobre el mandatario que abrió el camino de las “dictaduras de opinión” en Suramérica.

 

La denuncia contra Fujimori se refiere al desvío de unos 47 millones de dólares de fondos públicos (bajo la figura de publicidad), para comprar la línea editorial de los denominados "Diarios Chicha", medios populares que atacaron en sus páginas a sus adversarios políticos cuando hacía campaña por su segunda reelección en el 2000, y destruyeron la imagen política de varios de sus opositores.

 

El cargo al exmandatario peruano, no es cualquier “lagaña de mico”, como se dice popularmente. De entrada, deja la sensación de que “fijimoris” es lo que hay a diestra y siniestra en el mundo.

 

La cruda realidad es que los tradicionales medios de comunicación, que en su momento fueron grandes bastiones de la restauración y defensa de la democracia en Latinoamérica, con el transcurrir de los años devinieron en apéndice de poderes dominantes de estirpe capitalista.

 

La lucha política evolucionó entonces de una democracia contra las dictaduras militares, a una lucha de la izquierda contra la derecha, cuyos regímenes devinieron en ‘cleptocracias’ dominantes que han venido cayendo estruendosamente en Brasil, Argentina, Venezuela, Ecuador, Paraguy, Uruguay… por nombrar las más luminosas.

 

Pero el poder sin medios, no se sostiene.

 

Otra verdad incuestionable es que la forma más expedita de elegir y sostener gobiernos es a punta de titulares, editoriales y encuestas. A esto se le ha denominado ‘Mediocracia’, que a diferencia de la Democracia, no se caracteriza por “una persona un voto” sino por “un peso un voto”. Las elecciones hoy ya no son “jornadas democráticas” sino “ruedas de negocios”.

 

Fujimori tomó plata del erario para comprar los medios; Chávez (hoy Maduro) y Correa, hacen lo mismo para desplazar adversos y favorecer secuaces. En su momento, cada quien habla de censura y libertad de prensa. Esto está ocurriendo en todas partes: Brasil y Argentina –además- para volver con las luminarias del cambio.

 

Pero en países como Colombia, en donde el cambio de régimen podría estar más lejos, la relación del gobierno con la prensa es la de una línea editorial obsecuente que se obtiene más por medios económicos que ideológicos.

 

Bueno, al menos ya sabemos que eso es un delito y que por esto, un expoderoso expresidente tiene sus huesos en la cárcel.