LA VICTORIA DE OBAMA: RENOVACIÓN DE LA CONFIANZA POPULAR

07 Nov 2012
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POR JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO

 
Barack Obama - Nov. 6 de 2012 - Foto de periodistas-es.org
 
No hubo el mismo entusiasmo, la misma esperanza ni el mismo fervor demócrata de hace cuatro años, cuando por primera vez llegaba a la Casa Blanca un representante de las negritudes, de origen humilde, profundamente convencido de los valores jurídicos y lleno de proyectos e inquietudes para producir el cambio en el gobierno de los Estados Unidos.
 
Ahora, enfrentado al republicano Mitt Romney, el presidente Barack Obama buscaba la relección en medio de sobresaltos y con muchas dificultades. Romney, cuya fuerza electoral aumentó a partir del primer debate televisado y había logrado empatar a Obama en las encuestas, representaba ahora “el cambio”, pero un cambio muy distinto al de 2008. Un cambio para regresar a las políticas de George W. Bush, tan infortunadas en todos los aspectos.
 
Entonces, no con facilidad pero sacando a relucir su conocida tenacidad y solicitando al pueblo que le fuera renovada la confianza, Barack Obama volvió a ganar.
 
En efecto,  aunque no con la contundencia de la ya  legendaria elección de 2008 –porque no se puede negar que entre sus antiguos partidarios había desencanto por causa de una administración gris en muchos campos y lejana de las muchas expectativas iniciales-, el presidente de la primera potencia mundial venció a su opositor en las urnas con una ventaja de casi dos millones de sufragios. Entonces, permanecerá al timón otros cuatro años, en los que según su discurso del 6 de noviembre en la noche,”lo mejor está por venir”.
 
El voto hispano fue decisivo. Los latinos residentes en los Estados Unidos estaban muy preocupados con un eventual triunfo del candidato republicano porque éste había sido muy duro en materia de inmigración durante su campaña por la postulación partidista.
 
Obama, en cambio, aun con todas las deportaciones ordenadas y ejecutadas durante su gobierno, les daba cierta confianza en cuanto con él tendrían una más clara oportunidad de sacar adelante una reforma integral sobre migraciones, a la que han aspirado por años. Así que, entre las dos opciones, los votantes prefirieron la menos riesgosa, ya que su instinto de conservación les decía que “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Y es que la otra posibilidad era la de un republicano cuyos colaboradores y copartidarios, una vez asumido el poder, enfilarían con seguridad sus baterías hacia la extrema discriminación.
 
Obama ganó en los llamados Estados-clave, es decir los de mayor número de votos electorales dentro del sistema de sufragio indirecto, propio de los Estados Unidos. Venció en Ohio, Virginia, Florida, Colorado, Nuevo México y otros de importancia, lo que le permitió asegurar el número de 303 votos para el Colegio Electoral, 32 por encima de los 270 indispensables.
 
Mitt Romney se demoró en aceptar la derrota pero finalmente no tuvo más remedio que rendirse ante los resultados. Si hubiera entrado a controvertir los datos de algún Estado se habría podido producir un pleito de gran magnitud, fuente de inestabilidad política. Algo similar a lo acontecido en 2000, cuando, con más votos populares y un Estado de Florida en tela de juicio, el vicepresidente Al Gore perdió ante George Bush, no por aplicación directa de las normas electorales sino por sentencia dividida (5 vs. 4) dictada por la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos.
 
Ahora bien, el voto popular fue en realidad reñido, y hubo varios momentos, en el curso del suministro de datos de los Estados, en que se vio a Mitt Romney como ganador, pero finalmente Obama logró consolidar la mayoría, que sin embargo fue sensiblemente inferior a la de 2008.
 
El presidente ha convocado a la unidad entre los partidos –demócrata y republicano- para sacar adelante iniciativas urgentes y muy importantes como las de carácter económico. En este campo, el veredicto popular resolvió una de las controversias fundamentales, sostenida durante la campaña: ¿quién era el responsable de la crisis económica, la más grave para los Estados Unidos desde la Gran Depresión?. ¿Obama, que no la superó en cuatro años de gobierno, o su antecesor George W. Bush, de quien el actual presidente la había heredado tras la fenomenal caída de las hipotecas y el crédito?
 
Los votantes no lo dudaron: el responsable era Bush. Por tanto, no le creyeron a Romney, quien en su campaña, en todos los foros y en todos los debates parecía solazarse preguntando cuándo estaban mejor los norteamericanos, en 2008 o ahora, endilgando los graves daños de la economía, la recesión y el desempleo al manejo económico de los últimos cuatro años.
 
Sin duda, es apasionante observar los procesos electorales. Verificar la capacidad decisoria que tiene el voto de un solo ciudadano y el inmenso poder del que son titulares los votos sumados. Allí, en todos y en cada uno, está depositado el secreto del futuro de los pueblos que se acogen al sistema democrático; la satisfacción o la frustración de los intereses colectivos, y el balance del electorado sobre las ejecutorias de los gobernantes y acerca del bienestar o malestar producido por unas determinadas políticas, que al fin y al cabo –inclusive cuando no existe la antipática figura de la relección- resultan evaluadas en cada comicio.
 
Barack Obama ha sido reelegido. Ha superado el síndrome del fracaso, que habría estado representado por su derrota. Y ahora enfrenta grandes desafíos, en lo interno y en el plano  internacional. Hacemos votos porque, en verdad, lo mejor esté por venir.
 
 
 
 
Modificado por última vez en Sábado, 28 Junio 2014 20:16
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