POR: OCTAVIO QUINTERO
Imagen tomada de jovenesmisionerosdelcarmelo.blogspot.com
Y el Congreso hundió la reforma a la Justicia, por inconveniente. Se necesita vivir el momento para entender cómo un Congreso, que tan solo una semana atrás había aprobado esa misma reforma casi por unanimidad, ahora, por absoluta unanimidad, la hunda, dejando constancia de las “graves consecuencias” que tendría su entrada en vigencia.
Es el último acto de la comedia que acabamos de presenciar, solo comparable con la ciencia infusa de que dotó el Espíritu Santo a los pescadores de Jesús, cuando, en esa noche triste en que recordaban al amado Maestro, bajó del cielo en lenguas de fuego que se fueron posando en cada uno de ellos… “Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según se los permitía el Espíritu" (Hech 2, 1-4).
Cualquier parecido con el aterrizaje de Santos esa noche en que pasó derecho a los estudios de televisión a anunciar, bajo su responsabilidad, las objeciones a la reforma a la Justicia, es mera analogía con la versión del evangelista Lucas…
Nosotros, los de hoy, entendemos la cosa: es que el Congreso dejó de ser ese poder Legislativo de que nos habla Montesquieu, para convertirse en un simple comité legislativo, prosternado a la diestra del Ejecutivo.
Cuando la gente de mañana tenga que leer la historia para entender esto, muchos preferirán pasar por encima ante lo complejo del asunto… Como pasamos los de hoy sin cuestionar asuntos de la historia política de Colombia que damos por “verdad sabida y buena fe guardada”.
En esta forma, entendemos la reculada del Congreso. Pero, la pregunta del millón sería… ¿Por qué reculó Santos?
¡Ah! El insigne tahúr vio perdida la parada. Y como buen tahúr, le dio un manotazo a la mesa, provocando un caos de tal magnitud que lo mejor era barajar y volver a repartir. A lo largo del debate (dos años), las manifestaciones contra el adefesio iban in crescendo; tomaron tal fuerza que la gente empezó a hablar dizque de referendo revocatorio unos; y otros (sobre todo estos últimos), de nueva constituyente.
¡Trique! Lo malo de la reforma no es lo malo que todos vemos, sino la inconveniencia política de dejar viva la criatura que daba aliento a la sociedad civil tras un referendo revocatorio de impredecibles consecuencias; que daba pábulo, más grave aún, a esa nueva constituyente por donde los uribistas piensan meter de nuevo a Uribe III. Había que hundirla. Y la hundieron. Y en ese plato comieron hasta los mismos de la oposición que pasaron inmaculados a lo largo del debate hasta la noche del hundimiento porque ahí, en ese último acto de malabarismo jurídico, con su voto, se atropelló con premeditación y sevicia la Constitución.