“La oposición gana cada día más simpatías por el desencanto con el chavismo”

27 Feb 2014
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John Marulanda
ABOGADO. Consultor Internacional en Seguridad y Defensa.
 
Desde el punto de vista de Seguridad de Estado, lo que sucede en Venezuela es una rica veta para análisis, aunque no es nada nuevo en la historia de la región. He aquí algunos de los elementos fundamentales del conflicto social que allí hierve.
 
 Lo que salta a la vista, de entrada, es que el socialismo del siglo 21, después de 15 años no ha logrado la hegemonía que exige el proyecto. Sin hegemonía, es decir, sin un solo partido, sin un gobierno de partido único, sin un solo pueblo mono-ideologizado, no es posible que el socialismo del siglo 21, que hunde sus raíces próximas en el modelo cubano, pueda triunfar.
 
Venezuela ahora está profundamente dividida, no tiene unidad ideológica ni política. Desde este punto de vista funcional, el socialismo del siglo 21 en Venezuela ha fracasado. Lo cual habla muy bien del espíritu demócrata de al menos la mitad de la sociedad de este país, reacia a fanatismos absolutistas y totalitarios.
 
 Esta mitad, llamada genéricamente “la oposición” y calificada absurdamente como fascista, gana cada día más simpatías pero no por sus propuestas políticas, sino por el desencanto que el chavismo ha venido generando en su mitad, no acostumbrada a  hacer colas para conseguir alimentos que escasean, a sufrir inseguridad y violencia desbordadas y a convivir con niveles muy altos corrupción generalizada. Es una simpatía para castigar un gobierno incapaz de suplir las necesidades básicas de seguridad y alimentación que pasan por encima de cualquier discurso o ideología.
 
En Venezuela, es conocido, el control del Estado sobre sus ciudadanos ha copiado el libreto cubano. Organizaciones paramilitares (milicianos bolivarianas), amedrentamiento con grupos violentos (colectivos), veneración casi religiosa a un caudillo (Hugo Chávez, embalsamado), un enemigo externo que amenaza violación(Estados Unidos o “paracos” colombianos), uso desmedido y machacón de los medios de comunicación disponibles (repetición ad infintum hasta automatizar el pensamiento), promoción de las ideas de libertad, igualdad, solidaridad (¿suena familiar?) e intimidación, amenazas, mientras se habla de paz y amor.
 
 Este guión de control social tiene un problema: es un sistema castrista modelo 60, que empezó con fusilamientos masivos, cosa imposible hoy en día y que no tenía en el escenario ni los medios electrónicos ni las redes sociales actuales, ni la penetración e importancia de los medios masivos. La creación, exaltación, mantenimiento y proyección histórica de símbolos, por ejemplo, tiene en la actualidad una dinámica más compleja y distinta a la del castrismo, desarrollada con mano dura  en una isla con gente sin educación y sin comunicaciones con otras latitudes, fuera de las autorizadas por el gobierno. No es el caso de Venezuela.
 
 La Nueva Trova Cubana no mueve a los jóvenes venezolanos de hoy, Rubén Blades no le canta al chavismo y el cierre de medios le ha traído más mala imagen al gobierno de Maduro que los mismos muertos de las protestas. Así lo entendió, aunque morosamente.
 
 Quien siembra vientos cosecha tempestades. Durante 15 años, el vocabulario gubernamental venezolano en todos sus niveles ha sido imprudente. Con la licencia que la revolución le otorga, la verbalización política del chavismo fue y es agresiva, contestataria, ofensiva, denigrante, procaz. Siempre la galería aplaude estos excesos, válvula de escape a las frustraciones cotidianas del pueblo raso. Pero esto tiene consecuencias, hoy visibles en la degradación social patente en los niveles de homicidios, la delincuencia, la radicalización de la sociedad.
 
Incoherentemente, Maduro habla de paz y amor mientras esgrime la amenaza y la descalificación, llevando a una mayor radicalización de lado y lado. Los resultados están a la vista: una sociedad enfrentada y el cuento de la burguesía, el capitalismo, el imperialismo, la invasión, etc que no convence frente a una realidad concreta y cotidiana: violencia y escasez.
 
Mencionemos ahora  el corazón del problema: la economía. Ahí, el gobierno está entrampado. Ya se está dando cuenta, tardíamente, que el manejo de la economía con un sistema que nunca ha funcionado, lo está llevando al desastre. Pero insiste tercamente, aferrado a una ideología salvadora, redentora y confiado en su inmensa riqueza petrolera. Si decidieran cambiar en algo este rumbo de colisión, muy probablemente los revisionistas de las filas chavistas proclamarían una traición a sus principios y la división sería fatal, ahora que urgen de unión. Parece que el barco se hundirá con la orquesta tocando.
 
 Todo lo anterior ha generado una corriente espontanea que la oposición no ha sabido encauzar. Leopoldo López, el descendiente por línea directa de Bolívar, es impetuoso, oportunista, del tipo caudillo más que estadista. Táctico. Ha saltado a la corriente y se ha puesto el traje carcelario para generar la simpatía de un símbolo. Pero no tiene un proyecto articulado. Es otro matiz del mismo estilo Chávez: Yo adelante, síganme los buenos. Henrique Capriles es más sesudo, cauteloso, sabe que una corriente primaveral desbordada, sin cauce, solo destruye. Estratégico. Entiende las dinámicas políticas: golpes, autogolpes y contragolpes. Debido a esta comprensión se muestra dubitativo. Se sabe un factor decisivo y está esperando el momento propicio para definir el rumbo de la corriente.
 
 López y Capriles harían ¿están haciendo? buen equipo. ¿O resultó Capriles más oportunista que López, ahora que acepta hablar con Maduro? Antonio Ledezma, viejo zorro que otea, y Maria Corina Machado, quien exhala "sifrinez", siguen en segunda línea aun no es claro si para apoyar o beneficiarse. Cosas de la política.
 
 Entretanto, la camarilla en el poder trata de dominar al interior de ella los demonios que se están soltando afuera: los militares, quienes serán los que al fin del día decidirán el rumbo futuro del país, piensan ¿qué coronel saltará a la palestra para reclamar paz y orden? y los “gochos” del Táchira, en San Cristóbal, tierra de donde salieron Cipriano Castro, “el bagre” Juan Vicente Gómez dictador clásico, Eleazar Lopez, Isaías Medina, Marcos Perez Jiménez, otro dictador clásico y Carlos Andrés Pérez, quien parió políticamente a Chávez, sienten que están haciendo historia de nuevo.
 
 Si hasta sukhois, paracaidistas e ingenieros militares les enviaron la semana pasada  para amenazarlos mientras los estudiantes andinos proponen al país vía Twitter y Whatsapp nuevas técnicas y tácticas callejeras para enfrentar a la Guardia Nacional.
 
El actual gobernador José Gregorio Vielma, un exmilitar chavista, podría convertirse en un líder nacional, dada su posición independiente. ¿Algún ciclo histórico vital sin cerrar?
 
Me uno al grupo de aquellos más sabios que yo en asuntos bancarios, quienes anuncian un colapso económico de Venezuela y que advierten sobre sus implicaciones para Cuba, China, Rusia, y algunos otros países. “Es el petróleo, imbécil”, dicen. Esa catástrofe,
 
desafortunadamente, podría cobrar una cuota de sangre. No creo que haya una guerra civil: esta generación de venezolanos no tiene el temperamento para ese desastroso empeño. ¿Una revuelta de varios días o semanas? Tal vez. Ya hay en marcha un movimiento de resistencia. Como sea, ojalá y vuelva a los venezolanos lo que siempre los caracterizó: la alegría, la deliciosa irresponsabilidad de vivir contentos, la camaradería y la agudeza de su verbo. No puede ser que ahora esa agudeza solo sirva para insultarse y denostar uno del otro. Pero allá se han dejado llevar.
 
 Una corriente como la que está brotando en Venezuela si tiene cauce, puede marcar un derrotero y derribar obstáculos. Si no lo tiene, puede terminar en un paradisiaco lago o en un fétido pantano. No se sabe. Está por verse si solamente será una rápida y tibia llovizna de primavera que no reverdece nada.
 
Torrente o charco, lo que pase en Venezuela tendrá repercusiones políticas en toda Latinoamérica, que tras bandazos entre elites cultas, excluyentes y corruptas en un extremo y camarillas ignorantes, populacheras y también corruptas, en el otro, han dilapidado las riquezas de todos y nos mantienen en el 2014, como en 1810, enfermos, ignorantes y sin papel de cualquier clase. Tomada de ©Univision.com. Imagen: elcolombiano.com. Publicado 28/02/2014. 
Modificado por última vez en Viernes, 20 Junio 2014 19:12
John Marulanda

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