Desde 1975 las Naciones Unidas han dedicado el 8 de marzo a recordar en todo el mundo la igualdad y los derechos de la mujer.
No siempre fue el 8 de marzo. En 1909 las mujeres socialistas de Nueva York declararon el 28 de febrero como el Día Nacional de la Mujer en los Estados Unidos, y salieron a las calles para reclamar igualdad de trato y oportunidades respecto de los hombres; mayor seguridad en el trabajo; una justa remuneración; reducción de la jornada laboral; el derecho al voto.
En 1910, en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas (Copenhague), se reclamó el reconocimiento del sufragio para las mujeres y la no discriminación en materia política. Se proclamó el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
En Alemania, Austria y Suiza se celebró, desde 1911, el 19 de marzo.
En Rusia, el 28 de febrero de 1913, las mujeres se manifestaron para reivindicar sus derechos esenciales, en especial el de igualdad, y señalaron esa fecha como Día Internacional de la Mujer. Allí mismo, en 1917, las mujeres rusas se declararon en huelga para protestar por los caídos –más de dos millones- en la guerra, y a la vez para exigir que se les otorgara el derecho al sufragio, lo que solamente fue posible tras la caída del Zar Nicolás II, por decisión del gobierno provisional.
La fecha no importa. Es apenas un símbolo. Lo cierto es que las mujeres tienen los mismos derechos que los varones, porque son titulares de la misma dignidad humana.
Hubo una época en que la mujer no podía votar; en Colombia lo hizo por primera vez en 1957. Y un tiempo -que culminó apenas en 1974- en que, de conformidad con las leyes civiles, la mujer pasaba de depender absolutamente del padre, en virtud de la patria potestad, a depender por completo de su marido, en razón de la potestad marital. Eso significaba que no podía siquiera administrar sus propios bienes. Las mujeres lo veían como algo normal: “Los negocios son cosa de hombres”. Lo entendían tan normal como algunas, en muchos casos y en pleno siglo XXI, todavía aceptan que sus esposos o compañeros sean los dueños de sus cuerpos y de su destino; que las maltraten, las ofendan, las celen y las golpeen. Y algunos las matan.
Infortunadamente, en nuestra sociedad, subsisten formas de discriminación. La plenitud de derechos de la mujer está todavía lejana aunque las normas digan lo contrario.