La nefasta izquierda latinoamericana que culpa, como siempre, de su defenestración en Argentina y Brasil y su derrumbe en Venezuela a un contrataque de la derecha y no a su descarado ladronismo y corrupción, en Colombia está radicalizando la ciudadanía entre la elementalidad del SI o del NO, empezando de esta manera un plan estratégico para la toma de poder aprovechando unas fuerzas de seguridad debilitadas, unas Cortes descompuestas y una mafia política vanidosa y venial.
En la tambaleante Venezuela, de la que ya se predica a nivel internacional una crisis humanitaria, con escasez, inflación galopante y violencia desbordada, su bienamado presidente marxista leninista anunció recientemente compra de armamento por 25 millones de dólares, a pesar del déficit de divisas.
Según el SIPRI, este fue el país que más armas compró en América Latina durante el 2015. Un pueblo hastiado y un gobierno dispuesto a mantenerse en el poder a cualquier costo, represión de por medio, plantean un escenario dramático cuyo desenlace afectará el pos-acuerdo Santos-Timochenco.
En Ecuador, mientras la economía cae, parlamentarios y miembros de Alianza País, el partido de Correa, reciben entrenamiento militar en la selva, a lo que se añade la extraña llegada de 10 mil fusiles AK-47 encaletados entre la ayuda humanitaria china para los damnificados del terremoto de abril pasado.
Además, en la frontera con Colombia, en Puerto el Carmen, ha aparecido el Movimiento Revolucionario Alfarista, Comuneros Montañas del Ecuador, integrado por colombianos exfarc, ecuatorianos y venezolanos que buscan controlar esta zona de alta actividad narcotraficante.
Esto sucede en los países vecinos por los que sale mitad y mitad, aproximadamente, de las 400 toneladas estimadas de narcóticos colombianos que siguen financiando los carteles farianos.
El Ministerio de Defensa del primer productor mundial de cocaína anunció un recorte de 49 % a la inversión ordinaria de las fuerzas de seguridad para el 2017, que afectará el mantenimiento mayor, la movilidad y las municiones de los barcos, aviones y unidades de combate terrestre, además de la vigilancia e inteligencia judicial de la policía, justo cuando las bacrim, el eln y el epl se fortalecen gracias a la economía ilegal, de la cual los acuerdos de La Habana dicen blablablá.
Las amenazas internas crecen, el sandinismo avanza inexorable sobre San Andrés, la debilidad operacional de las fuerzas militares y de policía se ve venir, entretanto la multimillonaria propaganda santista y la incertidumbre ciudadana reaniman a los estalinistas en su ascenso al poder desde cinco estratégicos núcleos territoriales autonómicos, tres de ellos fronterizos, apoyados por un socialismo del siglo 21 atrincherado en Venezuela y al contrataque en Ecuador. Cualquier cosa veremos, menos la paz prometida.
Con sensatez votaré NO, esperando razonadamente que se renegocien puntos de ese libelo.
* Miembro de Acore Antioquia