Lo sucedido en La Lizama, es un adelanto de lo que puede suceder en grande si no se adoptan medidas serias, aunque incómodas, destinadas a evitar que el país caiga en una nueva oleada de barbarie. Lo que viene sucediendo cada vez con mayor frecuencia y de manera sistemática en Cauca, Nariño, Putumayo, Catatumbo, Arauca y en el propio Bogotá, es una muestra de las vulnerabilidades y debilidades de las fuerzas legales y legitimas del Estado. Ni en Noruega, ni en Francia, ni en Estados Unidos, puede una persona amenazar a un soldado con un machete en el cuello mientras intenta quitarle su fusil de dotación, ni apedrear a un militar por la espalda, sin que haya una reacción fuerte. Aquí, burócratas, periodistas y jueces mamertoides descalifican la letalidad de las fuerzas militares como algo perverso, cuando en realidad es el mejor disuasivo para males peores, como el del camino que estamos transitando a la vista de todos. La prudencia es una cosa, el amilanamiento otra. Para no hablar de la cobardía.
Narcomilicianos farianos y elenos, al comprobar que los soldados no van a disparar, avanzarán intentando meterse a bases o cuarteles para asesinar uniformados, obtener armamento o realizar actos simbólicos como izar su bandera y pintar grafitis, éxitos asegurados de táctica propagandística.
Mientras tanto, algunos Comandantes militares y policiales, amedrentados por jueces amañados y por gacetilleros, parecen esperar la orden del señor Vivanco desde Washington, para hacer uso de sus armas de dotación, a pesar de estar cumpliendo a cabalidad con todos los protocolos establecidos, como lo aclaró la Comisión de Excelencia Militar.
Indígenas cocaleros, campesinos entrenados por cubanos y jóvenes milicianos manipulados por hábiles comunistas, impiden que nuestros policías cumplan órdenes de captura, dinamitan a quienes erradican cultivos ilícitos, montan acusaciones falsas, mientras sus cabecillas, desde Caracas, vociferan libertad, justicia, antiimperialismo y cacarean el tozudo proyecto castro chavista: construir a punta de babas, ladronismo y plomo una sola patria narco bolivariana, ahora con dos corredores estratégicos binacionales en pleno desarrollo, al norte y al sur de ambos países. Cortesía santoshabanera de la “combinación de todas las formas de lucha”.
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