La Institución bicentenaria, la más querida por los colombianos, sufre los efectos mortales de un gobierno que la convirtió en un garito de chismorreos, deslealtades y conspiraciones, a donde llegamos porque, entre otras estupideces, el mejor soldado se fabricó en Palacio, el curso insignia de combate se degradó a un reality de tv, nuestra guerrita se empezó a pensar desde Bruselas, la doctrina Damasco se saborizó en Cuba y el Mando se involucró en política. Errores garrafales de Generales y políticos con perspectivas geopolíticas equívocas. Se rompió el acuerdo establecido por Alberto Lleras el 9 de mayo de 1958 en el Teatro Patria, el Ejercito se burocratizó y rápidamente estamos volviendo a tiempos de inseguridad e incertidumbre.
Semana a semana se corroe la solidez institucional y las recomendaciones para el manejo político de la delicada coyuntura las están dando “expertos en seguridad militar”, que no distinguen una trabilla de un afuste.
Ahora, la Corte Constitucional discute si los militares deben entregar “la propia vida” en cumplimiento de su misión. Pronto, algún desprestigiado togado decidirá que el delito de cobardía es una antigualla desechable. Entonces: ¿Quién va a pelear por Colombia?
Como lo ha planeado el Foro de San Pablo, la Comisión de la Verdad, del colectivo marxista del Cinep y la JEP, proclamarán la necesidad de acabar o reformar un ejército pro yanqui, burgués, corrupto, causante principal de la violencia de la república y desprestigiado ante el pueblo. Morir por la patria dará paso a Matar en defensa de un gobierno. Sicariato constitucional. Peor que en Venezuela.
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