Pronto se supo que las expresiones “Revolución molecular disipada” a la que se había referido Uribe, venían siendo difundidas en nuestro país por un personaje de nacionalidad chilena, Alexis López Tapia, que había sido invitado por la Universidad Militar Nueva Granada para que disertara sobre dicho cripto-concepto en un acto académico que contó con la presencia de algunos altos mandos del Ejército y de la Policía Nacional.
De acuerdo con este pseudo teórico, “la revolución molecular disipada” permitiría explicar las manifestaciones de protesta social– tanto las que se vienen desarrollando en Colombia en la actualidad, pasando por las ocurridas en Chile y Ecuador, hasta las que fueron producto del rechazo a la violencia policial a partir del asesinato del afrodescendiente George Floyd en Minneapolis (E.E.U.U) bajo el lema “Black lives Matter” (las vidas de los negros importan)– como el producto de una nueva estrategia comunista para apoderarse del poder político.
La intervención de López Tapia se ha conocido gracias a que ha sido publicada en la red social YouTube por la Casa de Estudios invitante y permite, por tanto, efectuar un juicio general acerca de las conceptualizaciones del personaje como el producto de un charlatán y embaucador de profanos, en las honduras de la filosofía posmoderna y de las distintas escuelas revisionistas del psicoanálisis freudiano, es decir un verdadero “paquete chileno”.
Ello, haciendo a un lado sus conocidas posiciones antisemitas, denunciadas por la comunidad judía chilena y su inocultable simpatía por la brutal dictadura de Pinochet en su país.
Hay que tener en cuenta que conceptos como el de la “deconstrucción” de Jacques Derrida, lo mismo que los de “molecular” y “molar”, tomados de la micro y macro física contemporáneas y aplicados a conceptualizaciones en filosofía y en el psicoanálisis por los pensadores franceses Guilles Deleuze y Félix Guattari, no son de fácil comprensión, incluso para filósofos y psiquiatras de profesión, con más veras para un entomólogo como López Tapia, cuya especialidad ha consistido en el estudio del mundo de los insectos y que en la actualidad se encuentra dedicado al periodismo y a la vulgarización tergiversada de teorías a las cuales no ha accedido. Esto porque sospechamos que nunca ha leído medianamente las obras de aquellos autores a los cuales atribuye sus lunáticas pseudo-teorías, como lo puede establecer sin dificultad cualquier académico conocedor del pensamiento de esos intelectuales.
Para empezar, el psicoanalista, filósofo y lingüista Félix Guattari, cuyo trabajo académico lo realizó casi permanentemente en compañía de Gilles Deleuze– algo que desconoce López Tapia al atribuir exclusivamente al primero el concepto de “Revolución molecular”– fueron, ambos, críticos sistemáticos del comunismo soviético (y de otras formas subalterna de este), considerándolo un sistema igual de paranoico al capitalismo.
López Tapia, toma como punto de partida el concepto de “deconstrucción” de Jacques Derrida, que aquel cree que significa “destrucción”, para sustentar la nueva táctica de la toma del poder comunista por medio de las acciones violentas que acompañan a las manifestaciones ciudadanas de protesta.
Nada más lejos de la realidad. El concepto de “deconstrucción”, que entre otras cosas Derrida recepciona del filósofo nazi Martin Heidegger en su obra “Ser y Tiempo”, se refiere fundamentalmente a descubrir los distintos significados que puede encerrar un texto cualquiera, descomponiendo la estructura del lenguaje. No se trata para Derrida de hacer crítica literaria sino de una nueva práctica de lectura. Como se ve claramente, no se trata de destruir un orden social y político, como mal interpreta el entomólogo López Tapia. Esto es tan evidente que basta ir al diccionario de la RAE, en el cual se define “deconstrucción”, así: “(del francés déconstruire). En filosofía y literatura, deshacer analíticamente algo para darle una nueva estructura”. (Subrayado fuera de texto).
Con respecto a la utilización política del concepto de “Revolución molecular”, cabe aclarar, como lo hace el filósofo cubano Adrián Gómez González, “creer que esta construcción teórica de Deleuze y Guattari es una hoja de ruta para que la izquierda tome el poder, es una interpretación paranoica”.
Por tanto, los conceptos de estos autores deben ser interpretados como ellos los pensaron y expusieron conjuntamente en obras célebres en las décadas 70-80 del siglo pasado, como el “Anti Edipo” y “Mil Mesetas- Capitalismo y Esquizofrenia”. López Tapia solo conoce por la carátula la obra “La Revolución Molecular, escrita en solitario por de Guattari, porque su título– sólo su título– le sirve para sus fines distorsionadores. En ella, Guattari reitera y profundiza en la tesis, sostenida conjuntamente con Deluze, acerca de su discurso puramente filosófico-psicoanalítico de la construcción de la subjetividad a partir del deseo. Nada pues de tesis insurreccionales y tomas del poder.
Resumiendo lo esencial del pensamiento de estos filósofos, sería necesario desentrañar sus conceptos, tomados como ya se ha dicho, de la física moderna, de “molecular” y “molar”. El primero tiene que ver con lo individual, particular o subjetivo, de la misma manera que lo molecular en física es el elemento más simple de la materia. Lo “molar” por el contrario, tiene que ver con lo macro, como todo lo social, de igual manera a como lo “molar” en física se refiere a un conjunto estructurado e indefinido de moléculas.
A partir de ambos conceptos, Deleuze y Guattari, consideran que todas las revoluciones han sido revoluciones molares, esto es, acontecimientos sociales macro, que al final de cuentas terminaron por conservar muchos elementos del pasado que trataron de transformar o superar infructuosamente.
Por el contrario, “las revoluciones moleculares” son aquellas que transforman lo micro, esto es, lo subjetivo, lo individual o lo particular a nivel de la producción del deseo, ya que estos autores definen al sujeto individual como una “máquina deseante”. Pero el deseo no en el sentido freudiano como ausencia de algo, sino como cambio continuo y permanente del deseo.
Todo lo anterior, para comprender que la llamada “Revolución Molecular”, se mueve en el plano del ser individual, que es precisamente lo molecular. Diametralmente opuesto por tanto, a la idea de planificación y tácticas revolucionarias a nivel de lo social, que es lo que se identifica como lo Molar, es decir, el espacio de lo Macro.
Por tanto, si López Tapia quería hablar de revoluciones macro, debió designarlas como revoluciones molares, de acuerdo al concepto de molar en la física. Pero, como se deduce claramente, no ha entendido, o simplemente desconoce a los autores citados, para adentrarse seriamente en estos conceptos, le pareció que sonaban más sugestivo, apoyándose en el texto individual de Guattari, hablar de “Revoluciones Moleculares”, añadiéndoles el adjetivo “disipadas” con el que quiso significar ataques destructivos en distintos puntos de una ciudad y la rápida desaparición de sus autores. Es decir, revolvió peras con manzanas: la revolución subjetiva del deseo (es lo molecular) con la acción violenta en diversos puntos de la geografía urbana como táctica del accionar revolucionario (sería lo molar).
Sin que demuestre la existencia de un liderazgo colectivo por medio de un partido político organizado, López Tapia se inventa una detallada planificación de las acciones violentas, aprovechando las marchas y movilizaciones de protesta ciudadana. Sin que exista un liderazgo colectivo ¿cómo explicar por tanto una planificación por objetivos y etapas claramente definidos como lo expone este pseudo- teórico político? En verdad se trata de un típico delirio paranoico en los más puros términos de la psiquiatría.
Completa López Tapia sus intervenciones con una rápida referencia a las distintas versiones del marxismo (Leninismo, Stalinismo, Trotskismo, Maoísmo, etc.), ampliamente conocidas y sin relación directa con su pseudo- teoría, seguramente con la pretensión de validar su condición de “experto” en el conocimiento de las concepciones revolucionarias marxistas.
Lo mismo cabe señalar con respecto a sus alusiones a la revolución China de Mao o la guerra de Vietnam y al papel desempeñado en esta por el comandante militar comunista Vo Nguyen Giap, que como se sabe, fueron movimientos revolucionarios de tipo agrario que nada tienen que ver con los movimientos contestatarios de tipo urbano, orientados supuestamente, según López Tapia, a la toma del poder por el comunismo.
Finalmente, resulta asombroso que un personaje que demuestra una ignorancia absoluta en los temas de carácter filosófico y psicoanalíticos implicados en las obras de Deleuze y Guattari, es más, que abusivamente los tergiversa y utiliza para sus concepciones patológicas antidemocráticas, haya encontrado audiencia y adquirido la inmerecida categoría de “científico”.Más grave aún, que sus prejuicios elevados abusivamente a categorías politológicas, hayan servido para que Uribe Vélez y muchos mandos militares y policiales hubiesen podido creer que detrás de las protestas ciudadanas se escondía una táctica encaminada a la toma revolucionaria del poder, desconociendo la legitimidad Constitucional de ese derecho ciudadano y la naturaleza justiciera de sus reclamos.
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