–Cambiando de tema– Recordando la historia vimos que, una vez superado el conflicto de la Segunda Guerra Mundial, algunos militares pensaron que ese era su momento para entrar a hacer política y empezaron a ‘zapatear’ más de la cuenta. Uno de los que se les fue la lengua fue al general Douglas MacArthur, héroe de la guerra del Pacífico y connotado militar estadounidense. Al conocerse sus aspiraciones, el pueblo civilista y el gobierno de turno no admitieron que asumiera una postura crítica a las instituciones y al gobierno al tiempo que vestía el uniforme del Ejército. No tuvieron el menor empacho en llamarlo a calificar servicios y los militares estadounidenses entendieron el mensaje, mientras que al señor MacArthur no le quedó otra opción que salir a rebuscársela. A su turno, la sociedad civil comprendió que las fuerzas militares servían al país y de ninguna manera a la comandancia o a los partidos políticos. No le haría daño al señor Zapateiro revisar la historia, en vez de estar amenazando con marchas y plantones en contra del nuevo gobierno. No es tarde para reconocer su nueva posición como ciudadano privado y exmilitar en uso del buen retiro.
–Por otro lado– La peor tortura para un bogotano, fuera de los discursos de la alcaldesa y los tumultuosos viajes en el transporte público, es el tener que hacer algún trámite en eso que llaman secretaría de movilidad. Todo comienza cuando un agente de tránsito impone por capricho y porque se le viene en gana un comparendo a un carro particular, el cual –curiosamente– casi siempre es conducido por una mujer, quienes son preferidas por estos agentes para cometer sus abusos de autoridad. Estando en el lugar usted reclama porque halla injustificado el procedimiento, a lo cual recibe como respuesta una amenaza de más comparendos por presunto irrespeto a la autoridad. El ciudadano, preocupado por lo ocurrido pero convencido de la ilegalidad de la sanción, acude a la inspección de tránsito a fin de rendir descargos y presentar sus argumentos en contra de la infracción. En el caso que conocimos, a una ciudadana le fue impuesto un comparendo por estar estacionada en una calle que no está demarcada con el respectivo ‘prohibido parquear’ y sin estar incursa en ninguna de las causales que prevé el artículo 112 del Código Nacional de Tránsito, por lo que dicha infracción carece de validez al tenor de lo dispuesto en la Ley 2252 de 2022; norma que goza de plena vigencia y que establece como requisito para la validez de la sanción que el lugar esté demarcado y la prohibición identificada en términos de días y horas.
Tras la desilusión con la atención presencial, el ciudadano ingresa a la página de “Movilidad Bogotá” para consultar la fecha de la audiencia con el inspector de tránsito. Aparece una fecha y se prepara para la diligencia. De pronto, faltando un día para la cita, le informan vía correo electrónico que la audiencia fue pospuesta. Pero lo peor viene cuando la persona consulta de nuevo en la página de la secretaría a fin de corroborar si se ha hecho el cambio en la citación, para encontrar que sigue apareciendo la fecha programada inicialmente. Y para colmo de males, cuando llega a la audiencia virtual el inspector le dice que por qué está ahí si le habían cambiado la cita.
Si el ciudadano solicita como prueba testimonial que se convoque al policía o agente civil que impuso la orden de comparendo, este se hace como el amigo de la exvicepresidente: fantasma. Y en el entretiempo, el propietario del vehículo queda impedido para adelantar cualquier transacción o trámite, mientras que el inspector y el agente ríen. Consideramos –y podemos sustentarlo con fuentes legales– que si un agente de tránsito impone un comparendo por mal parqueo en un lugar en el que no está prohibido y lo hace a ciencia y paciencia podría estar incurso en el delito del prevaricato, pues está produciendo un acto jurídico abiertamente contrario a derecho.
Averiguando de dónde sacan los perros calientes, se nos explicó que se hacen con carne de res o de cerdo, previo proceso para hacer de ella salchicha. Lo que pasa ahora es que los perros calientes hechos con carne colombiana se pusieron carísimos, dado que las vacas llevan insertas sus dosis de cocaína para entretener a los adictos del mundo. La información que conocimos fue que dentro de 1.400 vacas que iban camino a Beirut fueron hallados 4.500 kilos de cocaína. Desconocemos si Fedegán, conocida institución manejada por gente que ya sabemos, demandará que se regrese el cargamento pues es una buena cantidad que no puede desperdiciarse. Tal vez el señor Lafaurie pueda explicarle al país cómo fue que esas vaquitas terminaron full de cocaína y sus dueños no se dieron cuenta del embuchado que les estaban metiendo.
–Regresando a temas de Bogotá– Ahora el señor Enrique Peñalosa, que no ha dejado descansar a los bogotanos desde hace 20 años, tampoco quiere dejar en paz al Presidente de la República, a quien le toca resistir la lata impertinente y las mentiras descaradas por parte del ‘doctor’ de París. Por estos días Kike anda diciendo que el metro que él construyó sí funciona, mientras que el de Petro no. Nosotros miramos para todos lados a ver dónde está el metro que Peñalosa se arroga, pero solo vemos uno de juguete, sin ruedas y sin rieles, que trajo su ahijada, Claudia López, para que los bogotanos viéramos en cuerpo cierto las mentiras de que son capaces Kike & Clau. Recorremos la ciudad de sur a norte y de occidente a oriente y solo vemos huecos, polisombras en cada esquina y cantidades de irresponsables motociclistas infringiendo cuanta norma esté escrita. Ahora, para colmo de males, el mentiroso de París quiere armarle furrusca a Petro y si se lo permiten, continuará calumniando al hoy Presidente, pues en eso sí se ha doctorado.
–Una ovación– Desde esta columna estamos dando estruendoso aplauso al Presidente de la República por haberle recordado a algunos especuladores de las empresas de servicios públicos que estos son, como su nombre indica, servicios públicos y que él como Presidente está facultado para intervenir. A este respecto, el ex-magistrado de la Corte Constitucional, José Gregorio Hernández, nos ha hecho llegar una coletilla que cae como anillo al dedo: “hablando de tarifas en servicios públicos domiciliarios y su control y regulación, resulta increíble que críticos y opositores, inclusive abogados, ignoren que es una función constitucional propia del Presidente de la República, que estaba delegada en las comisiones de regulación y que el jefe del Estado reasume, con toda legitimidad, en uso de expresa facultad constitucional y legal.”
Adenda: A nosotros nos cogió la noche. Cualquier persona con una cuenta en Twitter hoy se vuelve rector o rectora de la política colombiana; dicen cuatro sandeces y se hacen llamar influencers. Uno se pregunta ¿pero a quién influyen? Pues a gente sin criterio que depende de otros para asumir una postura. Un internauta opina sobre algo, y si se hace viral, con un poco de suerte a la semana están proponiendo su nombre para un cargo de elección popular. Triste ver a estos nuevos forjadores de opinión, sin ninguna preparación o experiencia comprobable. Y con cada día que pasa se hacen más poderosos, más influyentes y su voz más determinante en la agenda pública.
Adenda II: A cargo de nuestro periodista colaborador, Francisco Cristancho R. @FACristancho, “¿Es justo pagar impuestos, SOAT, revisión tecnicomecánica, etc., etc., para que –en una de las locuras del alcalde de turno– se nos prohíba utilizar el carro cuatro de cinco días en una semana? ¡Por favor! Si van a seguir restringiendo el uso del vehículo particular deberían, por lo menos, dejar de robarnos. Limiten, si es que eso los hace felices, pero descuenten los días del año que no podamos mover los carros. Esto, así, es otro atraco.”
¡Hasta la próxima semana!
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