POR JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO
Foto: www.elementosdejuicio.com.co
Se ha dicho, sin que todavía se confirme de manera oficial, que en Oslo –a partir del 5 de octubre- comenzará la Mesa de Diálogo entre el Gobierno del Presidente Santos y los representantes de la organización guerrillera de las Farc.
Es una buena noticia, porque si algo urge a los colombianos es que se ponga fin a una guerra fratricida que diariamente arroja muchos muertos, heridos, familias destrozadas, vidas frustradas y bienes públicos y privados destruidos. Una guerra entre hermanos; entre integrantes del mismo pueblo, por unas causas que pudieron entenderse hace cuarenta o cincuenta años, pero que hoy no existen. Una guerra sobre la cual deciden en los altos niveles del poder estatal y en la cúpula de la subversión, enviando a la muerte a cientos de soldados y guerrilleros, con base en unas consignas que carecen de sentido.
Un gobierno democrático está obligado a buscar la paz. A explorar distintas fórmulas. A examinar posibilidades, pues según la Constitución Política, la paz es, para todos, un derecho fundamental y a la vez un deber de obligatorio cumplimiento. Por tanto, en Colombia –azotada por décadas de violencia y terrorismo- toda agenda de gobierno debe estar encabezada por la procura de la paz. Ella es una finalidad prioritaria, de suerte que el Gobierno que la logre de verdad pasará a la Historia.
Hoy, fracasada la política de la guerra –que fue ensayada con grave daño para las instituciones y muchas veces con desconocimiento de principios y derechos (recordemos los mal llamados falsos positivos)-, es hora de intentar una vía de negociación, que si es seria, prudente, sin sacrificio de la soberanía y sin impunidad, puede ser la que por tanto tiempo hemos querido encontrar y que han intentado varios gobiernos.
Hacemos votos por el éxito del Presidente en esta materia. Los colombianos –pensamos- depositarán en Santos toda la confianza y le ofrecerán el apoyo político y de opinión indispensable para alcanzar el propósito esencial.
Antecesores del actual Jefe de Estado, como Belisario Betancur, Virgilio Barco, César Gaviria, Ernesto Samper y Andrés Pastrana lo intentaron de buena fe, y muchas veces hemos estado ad portas de lograr la paz, aunque infortunadamente la mala voluntad de la guerrilla en unos casos (por ejemplo, el del Caguán) y las actuaciones oscuras de grupos extremistas (no olvidemos los crímenes cometidos contra los miembros de la Unión Patriótica) han frustrado el legítimo anhelo de nuestro pueblo.
El llamado a los colombianos, aunque quien esto escribe no es propiamente santista, debe ser: ¡Energía positiva para el Gobierno en busca de una paz negociada! Como dice Santos: “La paz es la victoria”.