POR TERESA CONSUELO CARDONA
A LA HOGUERA, DOS DE TRES
La historia de esas figuras indestronables, siempre es la misma. Y es antiquísima. Faraones, reyes, emperadores, führers y hasta expresidentes relegidos, están para probarlo. Muchos de ellos han desembocado en irracionales tendencias a masacrar, aniquilar y destruir todo cuanto les resulte diferente, gracias a una supuesta voluntad divina. Rompen los límites de los periodos, porque para devastar se necesita tiempo. Y si hay algo común en esas historias es el incontrolable deseo del “elegido” para quedarse en el poder y la complicidad de su entorno para consagrarlo como tal. Y por añadidura, podríamos decir, que otra cosa común es el lavadero de manos que se instala una vez la cosa sale mal.
Los partidos políticos han anunciado su apoyo al actual procurador para su relección, mucho antes de haberse establecido una terna que lo incluya. Dan por hecho, en consecuencia, que Ordóñez estará en la terna. Y lo hacen porque lo que les importa es sumarse al ganador, tal como sucedió con la reforma a la justicia. No exhiben ni vergüenza, ni aprendizaje alguno. Demuestran, con felicidad orgásmica, que pueden ignorar la posición de la Corte Constitucional que obligaría a su candidato a retractarse, tras la evidencia de que ha cometido graves errores, basado en su fundamentalismo católico. Es decir, actúan como fanáticos puritanos: predican una cosa y hacen otra. Se quejan del abstencionismo aunque se nutren de él. Protestan contra los abusos, pero se consolidan en torno a ellos. Hablan de respeto a las diferencias políticas, pero se suman al unanimismo. Se lamentan de la violencia pero robustecen la pobreza. Proclaman la ética en todos sus estatutos y principios, pero ejercen el juego sucio.
En este caso, han demostrado su clara posición en el mensaje que le envían al país. No les importa a los líderes políticos las cualidades de los otros dos ternados, que aunque tengan méritos evidentes, serán rechazados, sólo porque amenazan sus beneficios. Una práctica a todas luces mafiosa. O por lo menos, tramposa. Si la norma se los permitiera, simplemente darían dos nombres, solo para legitimar algo que es en sí mismo espurio. O quemarían en la hoguera a dos de tres aspirantes. Ya sabemos a cuál no.
Un país amnésico, trae sus ventajas. Pero un Procurador debe tener una hoja de vida sobresaliente. ¿Se prestarán los hombres y mujeres con hojas de vida sobresalientes para ese juego sucio? ¿Irán a la hoguera para purificar a otro?
Ordoñez necesita, desesperadamente, un par de mártires que laven con su sangre los pecados que él ha cometido. Ya simularon serlo María Eugenia Carreño e Ilva Miriam Hoyos. Pero no es suficiente. En la búsqueda de la relección se han cometido pecados capitales que exigen grandes sacrificios. Especialmente el pecado de dejar sin garantías a los otros candidatos. A Ordóñez ese asunto le parece menor, como si no hubiera sido elegido gracias a las garantías que le fueron ofrecidas. Pero le sucede como a todos los reyes, faraones, emperadores y führers. Considera que otros deben pagar por sus culpas y confía en que un poder suprahumano, le proveerá los mártires.
Ni por un momento piensa en renunciar a ternarse. Eso no les pasa por la cabeza ni a él, ni a los partidos, quienes tienen la responsabilidad de elegir a alguien que represente a los ciudadanos ante el Estado. Evita hablar del fallo de la Corte Constitucional, que lo pone ante el confesionario. No se conmueve porque, al fin y al cabo, la procuraduría tiene 3.400 cargos que pueden servir como penitencia, para pagar por sus pecados. Y también posee un enorme presupuesto autónomo, que puede garantizar muchas indulgencias.
Estos “pecados” deberían mover, al menos, el reproche contundente de la sociedad, tal como sucedió con la reforma a la justicia.
Deberían visibilizar los vicios de los líderes políticos y promover, al menos, la censura moral por sus electores. Debería aplicarse sobre el Procurador y sus áulicos, una especie de excomunión política.