POR TERESA CONSUELO CARDONA
El sector financiero acaba de notificar que obtuvo ganancias por más de 20 billones de pesos, en un país donde la gente se muere de hambre, de abandono, de enfermedad, de violencia, pero está obligada a abrir cuentas bancarias, a usar tarjetas débito y crédito y a usar cajeros automáticos, de los más caros del mundo. Eso sólo pasa en el modelo económico que nuestros gobernantes, presionados por los más ricos, han elegido.
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El Gobierno, a través de Humberto de la Calle, dejó en claro que "Ni el modelo de desarrollo económico que tiene Colombia en la actualidad, ni el régimen jurídico que ampara la propiedad privada, ni el modelo de inversión extranjera vigente en el país, ni la doctrina militar, serán parte de la negociación de paz entre el Gobierno y las Farc".
Sorprende, si se tiene en cuenta que de los puntos pactados en La Habana, en la fase 1, para abrir las negociaciones, el primero es la Política de desarrollo agrario integral, que abarca el acceso y uso de la tierra, las tierras improductivas, la formalización de la propiedad, la frontera agrícola y la protección de zonas de reserva, entre otras. Y que también hace especial énfasis en el Desarrollo social, que toma como base la salud, la educación, la vivienda y la erradicación de la pobreza, así como un sistema de seguridad alimentaria. Del mismo modo, se plantea un estudio de los estímulos a la producción agropecuaria y a la economía solidaria y cooperativa, la asistencia técnica, los subsidios y el crédito, la generación de ingresos, el mercadeo y la formalización laboral.
Por lo tanto, cuesta imaginarse una política de desarrollo agrario que conduzca a la protección de las zonas de reserva, a la economía solidaria y cooperativa, a la formalización laboral y a la seguridad alimentaria, sin modificar un pelo del modelo de desarrollo económico que tiene Colombia en la actualidad. Nuestro modelo de desarrollo contempla sistemas como el de Seguridad Social, que tenía por fin principal, garantizar una calidad de vida que esté acorde con la dignidad humana, pero que convirtió la salud en un negocio muy rentable para los inversionistas y que le refriega en el rostro la miseria a los más pobres. Otro ejemplo lo tenemos en la privatización de la educación y uno más en la explotación rabiosa de los recursos naturales.
Los colombianos estamos divididos en dos partes, muy entretenidos, azuzando a los unos u otros negociadores, para que tomen posiciones radicales sin tener muy en cuenta la agenda general pactada en La Habana, que deberíamos tener a mano con la experiencia reciente de los profundos desacuerdos expresados por las partes, hace apenas unos días. Leer cada uno de los 6 puntos contenidos en ella y de los más de 30 subtemas que nos incumben y evaluar las propuestas y respuestas de los negociadores en relación con esa agenda.
Todos los anteriores procesos de paz han tenido en común, especialmente, que han fracasado. Tal vez sea esa la causa para que el escepticismo se abra camino entre los colombianos. Sin embargo, en medio del escepticismo hay también un fervor basado en la necesidad urgente de que haya paz, pero lo que no ha estado claro para los colombianos, que hemos vivido en guerra por 60 años, es cómo es que debe hacerse la paz. Pero el papel de los colombianos no ha superado el de la masa acrítica que consume información mediática. La diferencia, en este nuevo escenario podría hacerla la comunidad, que con una posición menos ingenua, revise las causas y consecuencias del conflicto y los entornos en los cuales la guerra se afianza.
Nos parece que el tema de la economía, del desarrollo económico, del modelo económico, no nos interesa. Pero nos importaría mucho si entendiéramos que los modelos económicos actuales son lo vampiros que nos entierran en la miseria y nos mantienen ahí, para seguir alimentándose de nosotros. Es justamente el modelo económico que hemos adoptado, el que ha facilitado el camino de los terratenientes, del despojo en muchas formas, la explotación minera irracional, la contaminación de nuestras aguas, y la garantía de una pobreza larga, dolorosa, impúdica. Y deberíamos saber que un modelo económico se elige de entre muchos y lo pone en práctica un gobierno. Pero un modelo económico no es algo intocable que está ahí, porque sí. Un modelo económico es la decisión de unas personas, elegidas por grandes mayorías. Y también deberíamos saber que a los modelos económicos se les puede modificar hacia tendencias moderadas, que no arrasen con los más débiles y que no nos obliguen a todos a ser pobres.
Pero si la posición de este gobierno frente al modelo económico es que no hay ninguna posibilidad de modificación, creo que será muy poco lo que avanzaremos. El sector financiero acaba de notificar que obtuvo ganancias por más de 20 billones de pesos, en un país donde la gente se muere de hambre, de abandono, de enfermedad, de violencia, pero está obligada a abrir cuentas bancarias, a usar tarjetas débito y crédito y a usar cajeros automáticos, de los más caros del mundo. Eso sólo pasa en el modelo económico que nuestros gobernantes, presionados por los más ricos, han elegido.
Como dijo mi colega Juan Carlos Calle: "De todos los actores del conflicto colombiano sentados en negociaciones de paz en Oslo, faltaron los banqueros". Nos preguntamos los colombianos: ¿cuánto de esos 20 billones estarán dispuestos a ceder con fines de paz? O lo que temen y aúllan a través de sus medios de comunicación, es que otro modelo económico, ¿podría arrancarles una platica? Y probablemente, es a eso que se oponen.