POR JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO
Imágen tomada de: portafolio.com
El escándalo de INTERBOLSA pone de presente una vez más la falta de honestidad y el abuso de la confianza pública por parte de funcionarios pertenecientes a instituciones de intermediación financiera.
Si en este caso se cometieron delitos, además de las irregularidades consistentes en desconocimiento de las normas relativas al mercado bursátil, es algo que definirán la Fiscalía General y los jueces de la República.
Pero lo que sí cabe resaltar es el hecho de que los organismos de inspección y vigilancia, que han sido creados por la ley para cerciorarse de la manera como operan quienes captan recursos del público, llegan tarde siempre: después de que ya las tropelías se han cometido; cuando todas las operaciones ilegales se han llevado a cabo.
Así, por ejemplo, además del caso de INTERBOLSA, en que la Superintendencia Financiera no se dio cuenta de lo que pasaba sino después de la denuncia de un conocido caricaturista mediante su intervención en redes sociales, hechos similares se han producido en el pasado a ciencia y paciencia de las autoridades competentes.
Recordemos el caso de las pirámides. A ojos vista, crecían las colas de los depositantes en entidades no autorizadas para captación masiva y habitual de recursos del público, atraídos por intereses y rendimientos inverosímiles, y nadie en el Estado hacía nada, hasta cuando se produjo el desplome de esas organizaciones ilegales.
Los bancos abusan de sus clientes, por ejemplo en los cajeros automáticos, y no pasa nada.
Sin duda, por esas omisiones los funcionarios competentes deberían ser investigados y sancionados porque la impresión que tenemos los colombianos es la de su total inoperancia.