POR JOHN MARULANDA
Mientras en Sucumbíos, Ecuador, las redes logísticas de las Farc adelantan día tras día una labor de hormiga, acumulando material, armamento y explosivos (el 1 de enero fueron robados de un puesto militar en Sansahuari morteros de 60 mm, lanzacohetes rusos RPG, ametralladoras, pistolas y municiones), en el lado colombiano, Orito y Puerto Asís, el rumor es generalizado: los frentes 32 y 48 están reagrupando sus milicianos.
¿Se está fraguando una ofensiva terrorista? Tal parece. Los comandantes militares y el director de la Policía colombiana tienen conocimiento para declararlo y la experiencia histórica de Colombia lo registra.
Mientras la nomenclatura fariana disfruta los mojitos y los cigarros cubanos, alias Joaquín Gómez y alias Pablo Catatumbo aguantan la ofensiva militar aeroterrestre y acopian recursos para acciones violentas que, dado lo resquebrajado de su aparato armado, no deberían ir más allá de sabotajes a la infraestructura energética y ataques a unidades militares o policiales mal comandadas o con un débil dispositivo de apoyo mutuo.
Sin embargo, los atentados contra personalidades y actos de terrorismo en ciudades capitales no deben ser descartados.
La Fuerza Pública en Putumayo, atareada en cuidar las instalaciones y las operaciones petroleras, está aferrada al terreno y restringida para adelantar operaciones en profundidad, lo que facilita el movimiento de los terroristas, principales actores del narcotráfico en esa región.
Mientras esta "ofensiva" se cuece, alias Ramir o, cabecilla de la 4ª Comisión del frente 48 continúa realizando reuniones del PC3 a lo largo de la selvática frontera, con la participación de ecuatorianos, bolivianos y mexicanos.
Así las cosas, las normalizadas relaciones de Colombia con Ecuador en nada han servido, hasta ahora, para la seguridad interna del país.
Por otra parte, las Farc ya preparan la escisión entre sus burócratas en La Habana, quienes terminarían firmando algún tipo de "acuerdo de paz" y las otras Farc que continuarían dedicadas al narcotráfico, entramadas con "Rastrojos" y "Urabeños", carteles mexicanos, maras centroamericanas, el exiguo Sendero Luminoso y las bandas de las favelas brasileñas: tal es el perfil de la nueva amenaza contra la seguridad nacional.
Solamente una respuesta contundente del Estado podría reducir los efectos que una posible oleada terrorista traería ante la opinión pública internacional, a las negociaciones en Cuba y al ánimo nacional.
Pero esto es una parte del problema, pues si por la frontera ecuatoriana llueve, en la frontera con Venezuela no escampa
