POR JOHN MARULANDA
En 1966, Fidel Castro, entonces financiado por la URSS, inauguró la Primera Conferencia Tricontinental en La Habana: antiimperialista, anticolonialista y socialista. Buscaría, de acuerdo con las palabras del Che, "crear dos, tres... Vietnam…".
Cuba, en consecuencia y con el aplauso de Gadafi, Arafat, Allende, Cabral y otros, participó en las guerras de Yemen, Siria, Angola, Etiopía, Congo, Zaire, Guinea-Bissau, República Árabe Saharaui Democrática y Namibia.
Por supuesto, aupó grupos guerrilleros en Centro y Suramérica.
Para Colombia, entrenó, prohijó y apoyó al Eln, cuyas brozas aún secuestran, dinamitan torres eléctricas y vuelan oleoductos.
Además mal adiestró y envió a la muerte a muchos jóvenes colombianos del M-19.
Casi medio siglo después, Raúl Castro maneja dos coyunturas históricas y relacionadas. Por un lado, asesora a los dirigentes del PSUV para paliar la amenaza de desbarajuste político en una Venezuela polarizada y confundida.
Las críticas situaciones económica y de seguridad en este país obligarán al chavismo a tomar decisiones muy delicadas, y bajo la supervisión de los hermanos Castro se está ejecutando un Pacto de Supervivencia, empezando por la supervivencia de la propia Cuba, cuyo futuro político depende de la producción petrolera venezolana.
Y mientras Cuba maneja los hilos estratégicos del poder venezolano, otro Pacto, paralelo, se cuece lenta pero inexorablemente: el pacto Gobierno colombiano-Farc.
No hay duda de que los voceros del grupo terrorista, eufóricos de mojitos, cigarros y farándula, no volverán al monte y algo firmarán de manera tal que Santos reclame su podio en el historial colombiano y la marca "Farc" salga lo más limpia posible -y de golpe, honrada- de su prontuario patibulario.
Este pacto también cuenta con el celo, la vigilancia y la asesoría de Fidel y Raúl, quienes reclamarán su presea política a resultas de esta avenencia, así las Farc no sean de su cuño y así la paz no llegue a Colombia.
Dos pactos en La Habana, ambos de trascendencia estratégica para dos naciones hermanas y ambos ligados a una misma ambición política autoritaria: la del castrismo, la del chavismo y la de las Farc.
Los hermanos Castro, cansados de esperar al enemigo "rodilla en tierra" y con la realidad económica desbordándolos, están tacando una carambola a doble banda entre Caracas y Bogotá, y harán todo lo posible porque este tablero de estrategia política continental no les falle.
Aunque nada les está garantizado.
La Habana, en estos días de cólera, pues, sigue siendo un faro político que señala el horizonte del "Continente Rojo", como el vicepresidente boliviano rotula a América Latina.
Faro, infortunadamente, encendido por aceite o petróleo, y no por luces LED.