POR OCTAVIO QUINTERO
Bueno, han ido afinando sus tiros al proceso de paz los enemigos del diálogo, que en otro sentido, podrían llamarse, los amigos de las balas.
La cabeza de todos, quién lo duda, el expresidente Uribe y su ruidoso Puro Centro Democrático, con el que aspira a conseguir la primera fuerza política del Congreso en las próximas elecciones parlamentarias.
Y no le quedará difícil: Uribe sigue siendo el rey de una derecha que ha logrado encantar, de arriba abajo, a todos las víctimas de las Farc, que son muchas: ricos, clase media y pobres que han perdido a sus seres queridos en el conflicto: soldados y policías, entre otros, inculcándoles, como en el libro de Ingrid, la rabia en el corazón.
Junto a los uribistas pura sangre, el primero en erguirse como enemigo número de uno del nuevo proceso de paz por la vía del diálogo fue el ministro de Defensa del presidente Santos: ¡Qué horror de tipo para despotricar contra el dialogo!, seguramente no a espaldas de su jefe, el Presidente.
El segundo anunciado en la lista, que se mantuvo un poco discreto mientras concluyó su proceso de reelección, fue el procurador general, Alejandro Ordoñez, quien acaba de afinar su tiro de gracia en acervas críticas publicadas en Vanguardia Liberal, de las que se entresacan:
… “Allí hay varios errores: primero, no se exigió la entrega de secuestrados; segundo, no se exigió la entrega de los niños reclutados; tercero, se llegó a admitir que las Farc no son victimarios sino víctimas, e incluso que no son narcotraficantes”.
Y remató su profunda discrepancia con el proceso de paz reiterando que “los cabecillas de las Farc no pueden salir a hacer política al Congreso como algunos quieren, pues, son responsables de delitos de lesa humanidad”.
Y el más nuevo de todos los nuevos espadachines, para sorpresa de muchos: el ministro del Interior, Fernando Carrillo, quien sutilmente ha dejado deslizar la frase de que “Las Farc están dinamitando el proceso de Paz”.
Como quien dice, cuando se rompan las negociaciones, los culpables de todo serán las Farc, y el establecimiento, entonces, habrá consolidado dos posiciones que los medios nos hacen parecer como antagónicas: la derecha de Uribe y el centro-derecha de Santos.
Con su discurso, en poco más de un año, Uribe habrá alcanzado, son sus cálculos, por lo menos el 30 por ciento de la composición política del Congreso; y el presidente Santos, con su diálogo ficticio, habrá alcanzado su reelección, a partir de la cual, ya no le importarán más diálogos de paz.
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Fin de folio: parodiando al ex vicepresidente De la Calle, ahora, a los comunes y silvestres, nos toca preguntarle al gobierno que nos diga sinceramente si quiere la paz, o si no, que no nos siga haciendo perder el tiempo.