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El grupo también ordenó que las mujeres lleven el velo o serán castigadas con extrema severidad. La preocupación crece porque la milicia yihadista, Estado Islámico (EI), domina grandes zonas de Siria y del norte de Irak; nada más en la ciudad de Mosul –segunda ciudad en importancia de Irak- se estima que viven dos millones de personas y la mitad son mujeres.
Los yihadistas, aparte de lo anterior, han impartido órdenes acerca de la forma como deben ponerse el velo y vestirse las mujeres y niñas. Han ordenado, igualmente, que las manos y los pies se lleven cubiertos. No se puede usar perfume y la ropa debe ser holgada de tal forma que no permita intuir la forma del cuerpo de la mujer.
En un comunicado del grupo extremista, explicaron que estas medidas relativas “a la ropa y al acicalamiento pretenden simplemente terminar con el pretexto del libertinaje resultante de que las mujeres se arreglen demasiado”; y señalaron que “Esto no es una restricción de su libertad, sino que impedirá que las mujeres caigan en la humillación y la vulgaridad de ser un espectáculo a los ojos de quienes las miran”.
La advertencia es clara “Cualquiera que no esté comprometido con este deber y se guíe por el glamour tendrá que rendir cuentas y se enfrenta a un castigo severo para proteger a la sociedad del daño y para mantener las necesidades de la religión y protegerlas del libertinaje”.
Los activistas y defensores de la mujer, sienten temor por las mujeres y niñas que habitan las poblaciones dominadas por los yihadistas, porque la orden se dictó a través de una fatua[1] del Estado Islámico que se respeta o nadie sabe qué podría sucederle a quien desobedezca la orden. Un clérigo en Mosul le dijo a Reuters que varios hombres armados entraron a su mezquita durante la reunión de los fieles y lo obligaron con altavoces, a replicar -sin comentarios- las advertencias.
Por otro lado, los defensores de la ONU, no encuentran facilidad de acceder a las zonas dominadas por los yihadistas porque los civiles –un número aproximado de 5 millones de personas- están atrapados en zonas de conflicto con presencia del grupo extremista que, para entorpecer todavía más la entrada de ayudas externas y debilitar en extremo la población arrinconada, viene atacando puntos de provisión de agua y de electricidad “incrementando la vulnerabilidad de varias comunidades”.
Claramente no se trata de todas las mujeres que viven en Irak, sino de las zonas vulnerables donde habitan y dominan los terroristas. La práctica de la mutilación genital fue prohibida en tiempos de Sadam Hussein y solo se mantuvo vigente en la región autónoma de Kurdistán
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¿Qué es la ablación o mutilación genital femenina? Es la extirpación total o parcial de los genitales externos en la mujer. Cuando esta práctica se da en niñas, la gran mayoría padecen problemas de salud –irreversibles- para el resto de su vida.
Muchas niñas mueren por colapso hemorrágico o neurogénico debido al intenso dolor y traumatismo. También mueren por infecciones[2] agudas y septicemia pues esta intervención la practican las comadronas tradicionales o parteras de la comunidad cuyo servicio está muy bien remunerado por lo que les conviene mantener vigente la práctica.
Para tristeza de muchos que estamos tan lejos de esta tragedia humanitaria -algunas niñas- mueren vencidas por el agotamiento de sus propios gritos.
Como razones para practicarla, están –entre otras- las sexuales, pues con la mutilación femenina se busca limitar y hasta impedir el ejercicio libre de la sexualidad femenina. Algunos pueblos – paradójicamente- piensan que la práctica de la mutilación aumenta la fertilidad y hace más seguro el parto.
Pero la más importante es la creencia religiosa de interpretar en la ablación femenina, el cumplimiento de una orden divina y por esa razón la mutilación se practica en niñas de 4 a 14 años e incluso en menores de 1 año.
UNICEF estima que 70 millones de niñas y mujeres en el mundo han sido víctimas de la mutilación genital o ablación y está luchando –con resultados lentísimos- para que el mundo entero comprenda que la ablación femenina constituye una violación a los derechos fundamentales de millones de niñas y mujeres en el mundo.
Para UNICEF es claro que estamos ante una práctica que vulnera el derecho a la igualdad. Se trata de una violación, de un daño, de una tortura cruel, inhumana y degradante contra la mujer quien debe poseer el sagrado derecho a elegir la forma y el modo de ejercer su sexualidad.
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