Es muy factible que mediante Acto Legislativo el Congreso derogue la figura del voto preferente. Cuando en 2003 algunos congresistas lo propusieron y finalmente fue aprobado con la oposición del Gobierno, se afirmó que era un mecanismo orientado a garantizar una efectiva participación democrática en la escogencia de los integrantes de cuerpos colegiados, pues a diferencia del viejo sistema del bolígrafo, el ciudadano tendría la ocasión de seleccionar a su candidato favorito, de modo que ya no importaría que este se ubicara muy abajo en la lista, el mayor número de votos lo haría ascender mediante la reordenación de la misma.
Pero el supuesto teórico y el espíritu inicial de la norma, que quedó consagrada en el artículo 263A de la Constitución, era el de favorecer la espontaneidad del votante en el entendido de su adecuado conocimiento acerca de los integrantes de las listas, eso implicaba propiciar el voto de opinión sobre el voto cautivo organizado y armado por las maquinarias políticas.
Pero la práctica ha sido la contraria: el gran afectado ha sido el voto de opinión y el favorecido el voto de maquinaria dada la forma en que son presentadas las tarjetas electorales.
Así que derogar el voto preferente parece ser lo indicado, pero con el fin de evitar que se regrese al sistema del bolígrafo, ello debe estar acompañado por las consultas internas de los partidos al elaborar las listas de candidatos.