Se extiende desde el primer emperador romano “Augusto” (año 27 A. de C.), hasta el último emperador de la Dinastía Severa “Alejandro Severo” (año 235 D. de C.). Con la muerte de Severo comenzó la época señalada por la historia como “Crisis del Siglo III”. En la época clásica, los jurisconsultos romanos llevaron la ciencia del derecho a su apogeo; conciliaron de manera magistral la teoría y la práctica; y, dominaron con precisión el lenguaje jurídico, el análisis y la deducción.
“El estudio del derecho levantó cuestiones delicadas, y en todos tiempos dio lugar a disidencias entre los jurisconsultos romanos. Bajo el reinado de Augusto, estas divergencias de opiniones motivaron la formación de dos escuelas o sectas bien distintas: los Proculeyanos y los Sabinianos. Esta división se remonta a dos jurisconsultos igualmente célebres: Antistio Labeón y Ateyo Copiton. El primero enemigo declarado de la autocracia imperial y fiel a las instituciones republicanas, rehúsa las dignidades que le ofreció Augusto, y muestra en el dominio del derecho la misma independencia. Imbuido de los principios de la filosofía estoica, emplea en sus razonamientos una lógica inflexible. Apegado al sentido de las palabras, y en averiguación de la etimología, sin preocuparse de la opinión de los antiguos deduce rigurosamente sus soluciones de los principios, aun a riesgo de pasar por innovador. El otro, favorito del emperador, fue colmado de gracias por Augusto. Rebelde a las doctrinas filosóficas y partidario de la autoridad en derecho como en política, permanece fiel a las tradiciones de los jurisconsultos que le han precedido, y se deja guiar por sus antecesores”.
Los proculeyanos también fueron llamados PEGASIANOS, del nombre Pegaso, y los sabinianos, CASIANOS del nombre de Casio Longino.
Hasta el fin del reinado del emperador Adriano tuvieron discípulos que permanecieron separados, si no en política, al menos por sus disidencias sobre un cierto número de cuestiones de derecho.
A Labeón suceden Nerva, Próculo, que da su nombre a la escuela de los proculeyanos, Pegaso, Celso padre e hijo, Neracio. Tras Capiton vienen Masurio Sabino, el más célebre de los jurisconsultos de la escuela sabiniana que le presta su nombre.
Casio Longino, Javoleno Prisco, Salvio Juliano, el autor del edicto perpetuo. Más estos jurisconsultos no sacrificaron jamás el interés de la ciencia del derecho a un espíritu estrecho de rivalidad. Citan siempre con consideración las soluciones de sus adversarios y no titubean en abandonar la opinión de su escuela cuando la encuentran contraria a la verdad.
La distinción de las dos sectas se prolonga hasta mediados del siglo II de nuestra era. Bajo Antonino el Piadoso, Pomponio, por medio del Digesto, nos ha conservado un fragmento importante sobre la historia del derecho romano; es considerado como sabiniano, y Gayo, que ha visto el principio del reinado de Marco Aurelio, profesa todavía las opiniones sabinianas. Pero después de él se borra completamente la distinción y los grandes jurisconsultos que se suceden hasta la muerte de Alejandro Severo no pertenecen a ninguna escuela.
Entre los más celebres es necesario citar, bajo Marco Aurelio, Marcelo y Cervidio Scévola. Un poco más tarde, al fin del siglo II, vivió Papiniano, que los antiguos y modernos le han considerado como el príncipe de los jurisconsultos romanos. Fue amigo de Septimo Severo. Prefecto del pretorio en 205, pareció asesinado en 212, por orden de Caracalla. El Digesto contiene numerosos fragmentos de sus obras, ninguna de las cuales ha llegado hasta nosotros. Paulo y Ulpiano, más jóvenes que Papiniano, le sobreviven después de haber sido sus rivales, y llegan a prefectos del pretorio, bajo Alejandro Severo. Ulpiano tiene por contemporáneo a Marciano, y por discípulo a Modestino, quien vivió a mediados del siglo II y fue el último gran jurisconsulto de la época clásica”.
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"Justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada cual lo suyo" Ulpiano.