Dentro de un criterio pluralista y para dar curso al debate nacional relacionado con el proceso de paz que se ha iniciado, publicamos las opiniones del ex presidente Álvaro Uribe Vélez en torno al asunto.
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Generales en negociación con el terrorismo.
El gobierno ha permitido que nuestros soldados y policías sean
puestos en pie de igualdad con los terroristas.
Finalmente el Gobierno anunció lo que había negado: la participación de generales de la República, en uso de buen retiro, en el grupo negociador con la Farc.
Tengo todo el respeto y la gratitud por los generales Jorge Enríque Mora y Oscar Naranjo. Sin embargo, no puedo ocultar la preocupación por ver a nuestros ex comandantes en negociación con el terrorismo.
Tal decisión, acepta la equivocada tesis de que Colombia no ha tenido un desafío narcoterrorista contra la democracia y la población en general, sino una guerra entre las fuerzas armadas y la guerrilla, que al equipararlas como contendientes legítimos, las llama a superar el conflicto a través de una negociación entre ellas.
Muchos analistas, que han ignorado los padecimientos de los ciudadanos, que creen que la Farc no secuestra ni es terrorista, han reducido esta penosa violencia a un enfrentamiento social y político, expresado en el combate de soldados y policías con heroicos guerrilleros.
Pero el tema es otro: mientras la guerrilla ha sido verdugo que asesina y secuestra, las Fuerzas Armadas cumplen la función Constitucional de protección de la ciudadanía. Sentarlos a negociar ha permitido que la Farc diga que están de igual a igual como legítimos antagonistas.
La señal tiene efectos prácticos que trascienden el simbolismo y la abstracción. ¿Qué dirán los soldados, policías, sub oficiales y oficiales al ver a sus comandantes negociando con quienes hasta ayer eran considerados terroristas y siguen actuando como tales?
Involucrar a los generales en esta negociación, que se acepta adelantar sin cese de actividades criminales por parte de los terroristas, introduce otro factor de desorientación en los militares y policías, que no sabrán si proteger sus vidas y las de los ciudadanos o hacerse al margen del peligro y concentrarse en la expectativa de la negociación adelantada por sus ex comandantes.
El Presidente de la República obtuvo que la Asociación de Retirados aceptara la participación de los generales que el gobierno había decidido desde antes, con nombre propio, no obstante que la negó durante un tiempo. Pero al leer el comunicado de los Retirados (Acore), se encuentra que están en desacuerdo con la impunidad y elegibilidad de terroristas y aprueban participar en la mesa para proteger sus derechos. Y puede que tengan razón en temer que la negociación maltrate aun más a nuestros soldados y policías, pues el llamado Marco para la Paz condiciona la solución a tantas injusticias que los afectan a que se de un acuerdo con la guerrilla. Para entender veamos este párrafo del Marco: “…Una ley estatutaria podrá autorizar que, EN EL MARCO DE UN ACUERDO DE PAZ, se dé un tratamiento diferenciado para los distintos grupos armados al margen de la ley que hayan sido parte en el conflicto armado interno y también para LOS AGENTES DEL ESTADO, en relación con su participación en el mismo.”
El Marco para la Paz, como el Acuerdo de La Habana, nos causan un válido motivo de preocupación: el gobierno ha permitido que nuestros soldados y policías sean puestos en pie de igualdad con los terroristas.
Y ¿qué pensarán los generales de legitimar como contradictores y favorecer con impunidad a terroristas que combatían en la víspera para proteger a los ciudadanos?
Y ¿qué pensarán los generales de negociar con quienes continúan en operación pistola contra policías y soldados, cuyas vidas son tan valiosas como las de los civiles?
Que no se confunda perdón con impunidad. El perdón es la ausencia de odio y de espíritu de venganza requerido para la conciliación. La impunidad es el mal ejemplo que anima la continuación de la violencia por falta de castigo.
Esta semana leí: ¨Todos queremos la paz. Diferimos sobre cómo lograrla. Preferimos desarticular al terrorismo que premiarlo con impunidad y elegibilidad”.
La desarticulación del terrorismo fue lo que comandaron exitosamente los generales Mora y Naranjo. La desarticulación que implicó autoridad sin ambigüedad, reinserción generosa sin impunidad (se reinsertaron 53 mil terroristas) y política social para evitar el reclutamiento de nuevos jóvenes para grupos criminales.
La desarticulación, bien diferente del radicalismo militar con el cual la confunden muchos de las proselitistas de este incierto diálogo. De veras, ¿Cuántos de quienes han expresado apoyo a esta negociación y sus condiciones habrían aceptado que con Al-Qaeda se negociara algo diferente al sometimiento a la justicia? Y ¿qué diferencia existe entre las narco guerrillas colombianas, protegidas por Chávez, que hoy, a un mes de elecciones, aparece como componedor de paz, y la tenebrosa Al-Qaeda?
Septiembre, 9 de 2012.