Aunque, como lo hemos dicho en otras ocasiones, no es lo más democrático romper las reglas de juego, en medio de un período presidencial con el objeto de plasmar unas nuevas que permitan al gobernante prorrogar su mandato, ser reelegido o permanecer indefinidamente en el poder, resulta interesante analizar lo acontecido en Venezuela, en donde el Presidente Chávez obtuvo respuesta favorable mayoritaria, con diez puntos porcentuales de diferencia, para modificar la Constitución y hacer viable su presentación como candidato para el período 2013 - 2019, una vez culmine el actual, para el que restan todavía casi cuatro años. El resultado práctico, y proclamado por Chávez: fue el pueblo quien decidió, luego la reelección no puede ser antidemocrática.


Así las cosas, la pregunta que debe formularse es la de si, siendo el pueblo el titular de la soberanía y modificando él mismo la Constitución, se le puede oponer, en el terreno de lo político, alguna objeción con argumento democrático, cuando justamente el pueblo -manipulado o no, eso se está discutiendo en Venezuela- ha resuelto, si no directamente, al menos con pleno conocimiento del efecto indirecto del referendo, apoyar a su actual Jefe de Estado en la mencionada aspiración. Que, si la mayoría estuviese descontenta, se habría inclinado por el NO.


Ahora bien, seis millones de votos a favor del sí, pero no se puede olvidar que más de cinco millones de sufragios, que equivalen al 45% de los votantes, se inclinó por negar el proyecto de reforma constitucional, es decir, esos votantes prefirieron el NO. Y eso consolida una oposición muy fuerte, que ha venido creciendo en los últimos años, y que si lo sigue haciendo, podría inclinar la balanza en 2012 en contra de la aspiración del hoy triunfador Hugo Chávez Frías.


Lo que se aprecia, vistas las cifras finales, y recordando que la reforma constitucional propuesta por Chávez en 2007 fue derrotada el 2 de diciembre de ese año, vemos que una la gana el gobierno y otra la gana la oposición. Y debemos ver que la oposición, respecto de 1999, cuando Chávez fue elegido por primera vez, está recortando en forma considerable las distancias. Y más allá de la actual coyuntura política y de los resultados de la última consulta, lo cierto es que, observado el conjunto, la opinión venezolana se encuentra partida en dos. Que está claramente polarizada. Que Chávez se apoya en la mitad del pueblo, pero que tiene en contra a la otra mitad.


Ello significa que la modificación constitucional, desde el punto de vista del apoyo popular, aunque fue sostenida por la mayoría para los efectos de los resultados, dista mucho de corresponder a un sentimiento que refleje un respaldo amplio y arrollador del titular de la soberanía.


En Venezuela, a diferencia de Colombia, no existe para el referendo la exigencia de un umbral, esto es, un mínimo de votos, lo que nos hace pensar que en realidad, en aquél país, una minoría puede provocar la enmienda. Pero en Colombia ese umbral no garantiza que sea la mayoría la que decida en los referendos.


En Colombia tenemos el umbral, que es de la cuarta parte del censo electoral, hoy por hoy, algo más de seis millones de votantes. También una minoría, pues si suponemos que sufraga la cuarta parte más uno, las tres cuartas partes no participan, y la Constitución es modificada entonces por un número de ciudadanos que no es en realidad representativo.


Si el Congreso de Colombia aprueba en este período la convocatoria a referendo, muy probablemente se repetirá en nuestra urnas un episodio similar al que tuvo lugar ayer en Venezuela: que una mayoría formal apruebe la reforma de la Constitución para permitir la segunda reelección del Presidente, pero que las mayorías reales se repartan entre quienes estén en contra de esa reelección y quienes no participen. Es decir, otra vez -y a pesar del umbral- la Constitución modificada a mitad de camino de un Gobierno, y por una minoría.