“…ESOS CHICOS Y ESAS CHICAS LES FUERON CONFIADOS AL CARISMA SACERDOTAL PARA LLEVARLOS A DIOS, Y ELLOS LOS SACRIFICARON AL ÍDOLO DE SU CONCUPISCENCIA” palabras del Papa Francisco para referirse a los pecados y crímenes cometidos por hombres al servicio “supuestamente” de la Iglesia Católica que revestidos de autoridad sacerdotal, abusaron sexualmente de miles de niños y niñas.
El Papa Francisco durante la misa de las siete de la mañana del 7 de julio de 2014 en la residencia de Santa Marta y ante seis víctimas de crímenes cometidos por hombres investidos de autoridad sacerdotal; tres hombres y tres mujeres procedentes de Alemania, Inglaterra e Irlanda, pidió perdón.
El Sumo Pontífice recibió a cada una de las seis víctimas por separado y en privado y después de escucharlos por más de 3 horas, se pronunció durante la homilía.
Entonces fue cuando ante el mundo manifestó, pido “perdón humildemente” por “los pecados y crímenes graves de abusos sexuales cometidos por el clero”, así como por “los pecados de omisión por parte de líderes de la Iglesia que no han respondido adecuadamente a las denuncias presentadas”. Los abusos cometidos por parte de sacerdotes son “algo más que actos reprobables” y “es como un culto sacrílego, porque esos chicos y esas chicas les fueron confiados al carisma sacerdotal para llevarlos a Dios, y ellos los sacrificaron al ídolo de su concupiscencia”.
Condolido y triste, quiso en su mensaje llamar la atención sobre las graves consecuencias que los hechos impetrados por los sacerdotes de la Iglesia Católica, generaron en sus víctimas, especialmente las terribles secuelas sufridas por quienes apenas eran unos niños: “Hoy el corazón de la Iglesia mira los ojos de Jesús en esos niños y niñas y quiere llorar. Pide la gracia de llorar ante los execrables actos de abuso perpetrados contra menores. Actos que han dejado cicatrices para toda la vida. Sé que esas heridas son fuente de profunda y a menudo implacable angustia emocional y espiritual. Incluso de desesperación. Muchos de los que han sufrido esta experiencia han buscado paliativos por el camino de la adicción. Otros han experimentado trastornos en las relaciones con padres, cónyuges e hijos. El sufrimiento de las familias ha sido especialmente grave ya que el daño provocado por el abuso, afecta a estas relaciones vitales de la familia. Algunos han sufrido incluso la terrible tragedia del suicido de un ser querido. Las muertes de estos hijos tan amados de Dios pesan en el corazón y en la conciencia mía y de toda la Iglesia”.
También agradeció la valentía que tuvieron al denunciar a sus abusadores: “La valentía que ustedes y otros han mostrado al exponer la verdad fue un servicio de amor al habernos traído luz sobre una terrible oscuridad en la vida de la Iglesia. No hay lugar en el ministerio de la Iglesia para aquellos que cometen estos abusos, y me comprometo a no tolerar el daño infligido a un menor por parte de nadie, independientemente de su estado clerical. Todos los obispos deben ejercer sus oficios de pastores con sumo cuidado para salvaguardar la protección de menores y rendirán cuentas de esta responsabilidad. Para todos nosotros tiene vigencia el consejo que Jesús da a los que dan escándalos: la piedra de molino y el mar”.