John Marulanda
ABOGADO. Consultor Internacional en Seguridad y Defensa.
Continúa sin pena ni gloria el tercer punto de la agenda en La Habana. Algunos avances: programas de sustitución de cultivos ilícitos, planes integrales de desarrollo, recuperación ambiental y prevención del consumo: más de lo mismo que hasta hoy no ha dado resultado. El narcotráfico es una herida abierta a lo largo de toda Latinoamérica que supura violencia, corrupción y miseria, aunque el 80 % de la ganancia del negocio se quede en US. El consumo interno está aumentando en la región prohijado por una cultura mediática consumista, urbana, hedonista, individualista en un escenario de pobreza, justicia corrupta, narcohéroes y políticos que fungen de nuevos falsos profetas. Esto tampoco es nuevo: hemos estado condenados a tal noria por siglos. La solución al problema de producción y comercialización de narcóticos pasa muy por encima y lejos del huero diálogos sobre el asunto en la isla de los sátrapas caribeños.
El gobierno colombiano insiste en el paradigma de la represión militar y policial con el apoyo de Estados Unidos mientras que de dientes para afuera dice que hay que buscar alternativas. Las farc proponen de manera simplista la legalización y de modo truculento la desmilitarización de sus zonas de abrigo. El gobierno norteamericano apoya los diálogos pero reitera que las farc son la segunda organización de narcotráfico en el mundo y los jueces piden en extradición a sus cabecillas.
En el entretanto los narcoterroristas siguen lavando, especialmente en Ecuador, las pingues ganancias del negocio con miras al sostenimiento de su aparato político y de sus representantes cuando se conviertan en honorables parlamentarios. 9 millones de dólares al mes que obtienen los frentes 36 y 57 en el Urabá y en la frontera con Panamá, por citar un caso, no son una suma despreciable y son más de 20 los frentes dedicados al negocio que permite a los nietos de la otrora guerrilla mantener un poder de facto en las fronteras con Ecuador y Venezuela. Así, aprovechando la dinámica capitalista, las farc operan como un cartel del Crimen Organizado moliendo, como chicle viejo, la santería marxista leninista al igual que los carteles mexicanos se encomiendan a Jesús Malverde.
Lejos parecen -¿quieren?- estar las partes en entender las complejidades del asunto. Un exdirector de la Policía, ética y moralmente solo podría negociar con narcotraficantes bajo los parámetros legales vigentes: entrega y sometimiento a la justicia. A la pobre justicia colombiana. Pero en este tercer punto, todos parecen jugar a decirse mentiras para mostrar un acuerdo que resultará por lo menos inocuo y prolongará la inseguridad ciudadana que agobia a Latinoamérica, el continente más peligroso del mundo. Y el más mentecato: mírese si no el sardónico conciliábulo de la Celac. Imagen y Fuente: http://www.elcolombiano.com/
El gobierno colombiano insiste en el paradigma de la represión militar y policial con el apoyo de Estados Unidos mientras que de dientes para afuera dice que hay que buscar alternativas. Las farc proponen de manera simplista la legalización y de modo truculento la desmilitarización de sus zonas de abrigo. El gobierno norteamericano apoya los diálogos pero reitera que las farc son la segunda organización de narcotráfico en el mundo y los jueces piden en extradición a sus cabecillas.
En el entretanto los narcoterroristas siguen lavando, especialmente en Ecuador, las pingues ganancias del negocio con miras al sostenimiento de su aparato político y de sus representantes cuando se conviertan en honorables parlamentarios. 9 millones de dólares al mes que obtienen los frentes 36 y 57 en el Urabá y en la frontera con Panamá, por citar un caso, no son una suma despreciable y son más de 20 los frentes dedicados al negocio que permite a los nietos de la otrora guerrilla mantener un poder de facto en las fronteras con Ecuador y Venezuela. Así, aprovechando la dinámica capitalista, las farc operan como un cartel del Crimen Organizado moliendo, como chicle viejo, la santería marxista leninista al igual que los carteles mexicanos se encomiendan a Jesús Malverde.
Lejos parecen -¿quieren?- estar las partes en entender las complejidades del asunto. Un exdirector de la Policía, ética y moralmente solo podría negociar con narcotraficantes bajo los parámetros legales vigentes: entrega y sometimiento a la justicia. A la pobre justicia colombiana. Pero en este tercer punto, todos parecen jugar a decirse mentiras para mostrar un acuerdo que resultará por lo menos inocuo y prolongará la inseguridad ciudadana que agobia a Latinoamérica, el continente más peligroso del mundo. Y el más mentecato: mírese si no el sardónico conciliábulo de la Celac. Imagen y Fuente: http://www.elcolombiano.com/