Opinión: ENTRE BOMBAS Y MINAS. John Marulanda

24 Mar 2015
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Entrampadas las farc en el derroche político, económico y militar del gobierno de turno, tendrían que firmar algún acuerdo so peligro de recibir sobre sus cabezas, y la de sus amigos enmermelados de humanitarismo, toda la desconfianza convertida en ira de más del 80% de los colombianos que no les creemos, a la par que el Presidente, sus negociadores y áulicos serían enjuiciados.
 
Pero aún no se llega a un punto de quiebre decisivo y se percibe cierta crisis en el proceso: los llamados a Uribe, la salida de Mora y Naranjo, otro comité para la paz...
 
La suspensión de los bombardeos, por ejemplo, permitiría que los capitostes farianos aumentaren los desplazamientos a sus campamentos, sin el temor de que una bomba aterrizare de noche en su carpa.
 
Allí, en su ámbito de crianza, tratarían de convencer a sus sicarios de avenirse a una entrega de armas con promesas de una vida mejor –para los jefes, claro- o los instruirían para una ofensiva en caso de que las negociaciones fallen.
 
De cualquier forma, el dominio del aire por parte del Estado es una superioridad contundente sobre la dispersa patulea terrorista. Si deciden volver al monte y mientras adquieren misiles tierra-aire, el Gobierno podría finiquitar una tarea militar que se quedó a medio terminar.
 
Los terroristas ven esta oferta como una trampa táctica mientras el Gobierno la ve como otra muestra de generosidad.
 
Nada evidencia mejor la situación defensiva, de retirada de las farc, que la siembra de minas, obstaculizando el avance del Ejército, protegiendo sus cultivos de coca y sus dragas ilegales y de paso afectando comunidades campesinas.
 
El promocionado anuncio de colaboración para el desminado hubiera generado mayor credibilidad si los cabecillas se hubieran comprometido a no sembrar más minas. Pero no saben si tendrán que continuar con esta táctica en un futuro.
 
Sin entregar las armas, enviar terroristas activos a ayudar a las tropas en la tarea de desminado, ademas de muy complicado, es obtener inteligencia fresca y útil para sus planeamientos estratégicos político-militares desde La Habana.
 
Lo que queda en el ambiente es la sensación de que se está “desminando la responsabilidad” legal de sus violaciones al DIH, con el aplauso del Gobierno.
 
Mientras tanto, la habilidosa mezcla operacional farc-eln, es otro artilugio táctico que les permitirá continuar delinquiendo y farfullar sobre la paz, buscando más ventajas. Serán los terroristas, pues, y no el Gobierno, los que marquen el punto de no retorno de esta negociación.
 
En el entretanto, previsiones para uno de los dos escenarios –guerra o postconflicto- sigue siendo la lógica marxista de las farc mientras el Gobierno solamente juega a la paz, debilitando peligrosamente a nuestras fuerzas armadas.
Modificado por última vez en Martes, 24 Marzo 2015 08:44
John Marulanda

Consultor Internacional en Seguridad y Defensa

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