Opinión. LA PREGUNTA MÁS ESTÚPIDA. John Marulanda

30 Abr 2015
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Hay que repetirlo hasta el cansancio. El gobierno de turno y sus negociadores parecen pensar que aún facilitándoles vías políticas, además de territorio, impunidad y protección, los bárbaros no podrán llegar al poder vociferando sus desuetos lemas y politiqueando contra curtidos partidos clientelistas.
 
Sin embargo, a través de las pantallas de los medios comprometidos, se ven unas farc con un discurso siniestro pero coherente, con metas claras y con un cinismo que envidiaría cualquier político criollo. Lo peor es que su metodología les permitirá llegar al poder y aposentarse allí apachurrando cualquier asomo de oposición o crítica, acallando la misma prensa que les abre micrófono ahora y llevando a la miseria a los ingenuos que creen el cuentico de la lucha por el pueblo. Sociedades alegre, como la cubana; pobre, como la nicaragüense; rica, como la venezolana; educada, como la argentina; laboriosa, como la ecuatoriana y ancestral como la boliviana, sucumbieron al método marxista-leninista de asalto al poder. Miremos cómo están esas naciones después de una década de mandatos autoritarios y populistas. Acá, los terroristas aprovechan el acorralamiento político del gobierno de turno para demostrarnos repetidamente su verdadera naturaleza: hablando y matando, asustando y sometiendo. Mientras la gente sana, la mayoría, pasa de la apatía a la desconfianza y al descreimiento, analistas de la paz argumentan, quién lo creyera, que nuestro Ejército no debe ser para la guerra, debe arrinconarse en las fronteras y dedicarse a tareas medioambientales. Promueven una estructura tipo guardia civil que se acobarde ante ataques armados de células extremistas, acciones que darán soporte “revolucionario” al avance político de agazapados comunistas que hoy claman por derechos humanos y justicia, mientras muestran las llagas de nuestra pobre democracia. Simultáneamente, se enjuicia a todos los militares que sean necesarios para someter al desánimo a nuestras Fuerzas Armadas.
 
El Foro de Sao Paulo se frota las manos; las farc siguen acumulando dinero del narcotráfico que florece en territorios fronterizos ahora sin aspersión; el presidente de turno y sus conciliadores se perciben débiles, asustados, regalones; el G2 desde La Habana y Bogotá maneja los hilos de la tal negociación y el presupuesto del Estado se va en tratar de forzar en la mente de la ciudadanía algo inocultable: después de tres años continuamos en desasosiego. Diez cadáveres de soldados nos lo confirma: vendrán más muertos, pues como decía Lenin, se negocia con el enemigo para ganar tiempo y espacio, no para ceder.
 
De la Calle y Jaramillo, Mora y Naranjo y todos los penitentes que peregrinan a La Habana, como lo hicieron otrora a San Vicente del Caguán en 1998, terminarán haciendo la pregunta más estúpida en Colombia en los últimos 60 años: ¿Qué quieren las farc? El poder, simple y llanamente.
John Marulanda

Consultor Internacional en Seguridad y Defensa

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