Ha sido aprobado por las plenarias de Cámara y Senado el informe de conciliación y con ello quedó lista para su promulgación en el diario Oficial la reforma constitucional denominada “Equilibrio de poderes”.

 

Según  ha sostenido reiteradamente la Corte Constitucional y lo ha ratificado también el Consejo de Estado, pues así surge de la propia Constitución, las reformas a la Carta Política no requieren sanción presidencial. Por tanto, basta con las firmas de los presidentes del Senado y de la Cámara y con la publicación en el Diario Oficial.

 

Claro que a los presidentes les gusta sancionar, para show mediático, pero no es jurídicamente indispensable. Ahora bien, este será el Acto Legislativo número 1 de 2015. La reforma número 39 de la Constitución de 1991, que el 7 de julio cumple 24 años.

 

Queda eliminada la reelección presidencial  que se había consagrado en  2004. Pero puede ser restablecida por Asamblea Constituyente o referendo.

 

Se suprime la Sala Administrativa del Consejo Superior de la Judicatura; se le cambia el nombre a la Disciplinaria; se crea el Tribunal de Aforados; sigue el sistema de fuero –en la práctica impunidad- para los presidentes de la República –quienes sólo podrán ser juzgados en procesos de índole política por el Senado de la República, previa acusación de la Cámara de representantes-.  Se establecen unas reglas especiales para la elección de magistrados de las altas corporaciones. Se aumentan los requisitos para ser magistrado de cualquiera de las Cortes: se requiere una experiencia de al menos quince años.

 

Se consagra la inhabilidad de un año tras su salida del cargo para los magistrados, el Fiscal, el Procurador y otros funcionarios. En  fin, una serie de cambios en la cúpula de la justicia pero nada para resolver los problemas que a diario afronta el ciudadano del común en esa materia. Nada sobre la congestión de juzgados y tribunales; nada sobre la morosidad; nada sobre la corrupción que afecta a algunos sectores; nada para mejorar la situación  laboral de los empleados de la Rama Judicial; en fin, que todo cambie para que todo siga igual.