Opinión: MERCADEO DEL NARCOPOPULISMO. Por John Marulanda. Destacado

01 Sep 2016
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En Venezuela duele leer, oír y ver a los medios promoviendo un país dinámico, en progreso, con obreros y niños felices, repitiendo ad nauseam lemas como “la revolución es felicidad, el futuro es seguridad y paz”, y confrontar esa fantasía periodística con la cruda realidad de la calle: miserables colas para conseguir una bolsa de arroz, el secuestro y el asesinato acechando en cada esquina, ciudadanos con rostros afligidos, un país desbarajustado y en bancarrota.

Pero choca más que en Colombia esté sucediendo algo parecido. El análisis crítico y serio de los acuerdos cubanos, cede el paso a un aparato propagandístico atosigante que llama a la contagiosa emoción, al pasajero entusiasmo. Como cuando la selección Colombia anota un gol, la agitación se desborda y se da por ganado el partido, para luego perderlo y caer en la apatía. Siquis macondiana: exultantes y ebrios, si ganamos, terminamos golpeándonos, cuando no matándonos.

El gobierno de turno, sus negociadores y medios a contrato, promueven machaconamente un paradisiaco país si gana el SI en el Plebiscito. Fantasía barata. Solamente menciono un aspecto crítico: la economía flaquea y el narcotráfico aumenta con sus secuelas de corrupción, criminalidad y violencia.

El cartel de las farc y sus cabecillas, sindicados por la justicia norteamericana, de mano del Gobierno Nacional “manifiestan su firme compromiso con la solución definitiva al problema de las drogas ilícitas”, mientras los mismos “alias” que firman el documento, este año han promovido unos 400 bloqueos comunitarios para impedir la erradicación manual, reducida de 70.000 a 12.000 hectáreas. Volvimos a ser los primeros productores de cocaína en el mundo. No importa, los calanchines aplauden que las partes digan que “es necesario diseñar una nueva visión que atienda las causas y consecuencias de este fenómeno”, entretanto, Eln, Urabeños y otras organizaciones criminales fortalecen sus finanzas y aceitan sus máquinas de muerte en un imparable mar de coca.

Gracias al Acuerdo de marras, narcotraficantes reconocidos serán los nuevos Honorables Parlamentarios. Da vergüenza decirlo, pero alias “Popeye” lo hace mejor: reconoció sus pecados, pidió perdón y pago cárcel. ¿La diferencia entre “Popeye” y “Timochenko”?: marxismo-leninismo y cinismo. Los políticos pánfilos han garantizado a los bárbaros en este acuerdo todos los instrumentos, inclusive constitucionales y económicos (dinero de nuestro bolsillo, claro) para que los narcos se apropien del poder, desmonten nuestro débil sistema democrático, legalicen sus capitales espurios y nos sometan a su tiranía. Eso se huele a lo largo del farragoso documento greco-quimbaya, “lo mejor que se pudo lograr” según dice, excusándose desde ya, el caldense coterráneo del jefazo narcoterrorista de alias soviético.

Por eso y por otras desfachateces entreveradas en babosería de cuño izquierdista, digo NO. Renegociemos con moral, dignidad y justicia, que sí se puede.

La Voz del Derecho

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