Aunque, como apuntamos en su momento, estuvo muy mal que el Gobierno español y sus autoridades de policía hayan usado la violencia el 1 de octubre, día en que se celebró el referendo separatista aprobado por el Parlament catalán, lo ocurrido en Cataluña demuestra a las claras que un Estado no puede nacer tan fácilmente, y que Carlos de Puigdemont -quien era presidente de la Generalitá- y los independentistas se precipitaron a declarar la  independencia sin suficiente legitimidad y ninguna legalidad. La falta de la primera ocasionó que la segunda diera pie a los actos del gobierno nacional español y a la aplicación de la  extraordinaria norma del artículo 155 de la Constitución española.

Claro que Mariano Rajoy no lo hizo mejor. Reaccionó de manera intransigente; no adelantó diálogos que hubieran podido evitar los graves problemas que se han presentado; prefirió atacar el referendo, inclusive mediante el uso de la fuerza, y tanto él como Puigdemont fueron insensibles ante las consecuencias de orden social, económico y jurídico que han ocasionado tanto la fallida declaración de independencia catalana como la respuesta del gobierno nacional.

El resultado hasta ahora, los procesos penales que ahora  inicia la Fiscalía española contra los líderes independentistas, entre ellos Puigdemont;  la polarización;  la incertidumbre; manifestaciones en pro y en contra de la independencia; el temor por lo que puede ocurrir; la inestabilidad económica y financiera; la salida de más de 1500 empresas de la región, la estrepitosa caída del turismo, la ingobernabilidad, ya que ni los unos -presidente, vicepresidente, coinsellers- (quienes han sido cesados en sus cargos), ni los otros (vicepresidenta del gobierno, encargada en Cataluña, y ministros designados con base en el 155), pueden orientar ni dirigir de manera estable y certera la Comunidad ,ni funciona adecuadamente la administración. No hay un orden jurídico claro y vigente. Y el caos se entroniza en muchos campos. Además, los pequeños comercios y los trabajadores atraviesan un período duro y difícil. 

La precipitud, la improvisación y la falta de hombres de Estado al frente de los asuntos públicos causan enormes daños.