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El principio de economía rige la naturaleza y a los humanos las generalizaciones nos simplifican la vida. Entender, investigar, analizar, concluir, se abrevia con lo que nos parece más o menos lógico en un contexto determinado. Mentiras convertidas en generalizaciones, han sido y son un instrumento propagandístico en manos de los maquinadores comunistas que, amplificadas por periodistas desinformados o simpatizantes, adquieren el cariz de dogma.
La semana pasada, el mito de los 30 mil desaparecidos durante la dictadura argentina, se derrumbó estruendosamente. La referente de Derechos Humanos y tenaz crítica de los militares, Graciela Fernández Meijide reconoció que los desaparecidos no serían seis mil. Cifra muy dolorosa pero mucho menor a los 30 mil “denunciados” por todo el mundo. El asunto fue a peor cuando el ex montonero Luis Lagraña, declaró que los asesores les dijeron que 3800 eras muy pocos desaparecidos. “Treinta mil personas lo pusimos nosotros en Holanda, para lograr el subsidio para las madres de la Plaza de mayo”.
En Colombia, entre varios mitos creados por la gran mamertería criolla, aupada y aplaudida por los mamertoides europeos, están los miles de muertos en las bananeras (1928), los cientos de fosas en las pesebreras de la Escuela de Caballería y los miles de cadáveres en la Escombrera como resultado de la Operación Orión, mentira que hay que desmontar. Hace unos años, una señora de turbante proclamo a los cuatro vientos la fosa colectiva más grande del mundo en La Macarena. Y está el caso de los mal llamados falsos positivos, que para los comunistas son unos 12 mil cuando en investigación hay menos de 2000. Mentiras repetidas por nuestros distraídos jóvenes y coreadas por Comisiones de la Verdad y Comisiones históricas ideologizadas.
Lo cruel, es que en medio de todas estas colosales mentiras, se juega una jugosa cantidad de dinero para que los defensores del pueblo y sus familias puedan pasear en Disneyworld.
A los que denunciaron en Argentina en su momento estas mentiras, se les estigmatizó como defensores de la dictadura. Aquí en Colombia, los catalogan de paracos, otro malabarismo del metalenguaje de la decadente izquierda latinoamericana para quien Maduro es un demócrata, Castro un faro de dignidad y Uribe un dictador. En mentiras naufragamos.
JOHN MARULANDA