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Hacia 1960, Brasil era un país pobre, de playas exóticas (Copacabana), samba (Carmen Miranda) y fútbol (Pelé). A partir del 64, la Dictadura, con la asesoría norteamericana y el lema “Brasil Potencia”, concluyó en el “milagro económico brasileño” (1973).
Sus empresas de ingeniería diseñaron y vendieron armamento, entre otras cosas, a muchos países del mundo. En Colombia el Ejército les compró carros blindados que ayudaron a asegurar nuestras carreteras; la Fac, aviones tácticos con los que les doblegamos la cerviz a las farc; Satena, jets comerciales para conectar el país. Con el acenso del Lulla (PT) al poder, el asistencialismo, la corrupción y la violencia urbana desajustaron el país y actualmente Brasil enfrenta una seria crisis económica y social.
Ahora Bolsonaro, quien anunció en campaña que acabará con el Foro de Sao Paulo, cerebro de malolientes estrategias continentales del socialismo del siglo 21, será un jugador muy importante en la crisis venezolana. Prometió una Fuerza de Paz brasileña que libere a los venezolanos “del hambre y del socialismo”. Aunque poco probable, si se decide a intervenir en concierto humanitario con otros países de la región y a la sombra de USA, se podría generar un conflicto muy complejo, tipo guerra popular prolongada, con la participación de “colectivos”, células de Hezbolá, fuerzas especiales cubanas, las farc y el eln, alardean los obesos de Fuerte Tiuna. También puede suceder, como en casos parecidos, que la tal Milicia Bolivariana se esfume y el bluff militar se desvanezca.
Washington, Brasilia y Bogotá, son ahora una triada clave que puede acabar de estrangular el narco gobierno de Caracas y dar vía a una reconstrucción que irradiaría beneficios a toda la región.
China, con grandes inversiones e intereses en materias primas brasileñas y también con macro inversiones en Venezuela, adquiere importancia en este ajedrez geoestratégico en donde, pragmáticamente, primarán los intereses suyos, los de Estados Unidos y de Brasil sobre las babosadas de Venezuela.
Rusia, aliado de China, no tiene tanto que ver con Brasil como con Venezuela y hará todo lo posible para no quedar por fuera de cualquier acuerdo entre los tres países.
¿Colombia? Cumplirá las tareas que le asignen la Casa Blanca e Itamaraty.
Mientras tanto, la afinidad Bolsonaro-Trump tiene a la mamertada latinoamericana mordisqueándose el esmalte.
JOHN MARULANDA