Chile llora, Perú se prepara, Bolivia se reorganiza, Ecuador contiene la respiración, Venezuela se desangra y el narcotráfico continúa como telón de fondo de todo este zafarrancho regional. El Crimen Organizado Transnacional, aliado natural del comunismo, es uno de los grandes beneficiarios de la turbulencia.
En Colombia, buscar una perturbación que produzca algunos “mártires” por cuenta de la Fuerza Pública para obligar finalmente a un cambio constitucional, como en Ecuador y en Chile, es el sesentero e infame truco de los revolucionarios disfrazados de antifascista. Ahora proponen entregar funciones de la Policía Nacional a la Guardia campesina, organización paramilitar enemiga de la institución, dizque para garantizar la paz. Sin embargo los marxadictos y los leninviciosos promotores ocultos y evidentes del 21N no percibieron que, si bien hay fatiga con la ineficacia del modelo actual, nadie quiere volver atrás perdiendo lo poco o mucho que tiene. Aquí la dinámica va por otro camino. En Antioquia, Valle del Cauca, Atlántico, en Bogotá y en otros lugares, la sociedad agobiada por la corruptela, ahíta de un muy desprestigiado congreso, huérfana de partidos políticos serios, poco a poco, espontáneamente, ha empezado a consolidar una contra marcha que plantea serios riesgos de seguridad pública interna: los comerciantes pueden ser los cavadores de los capuchos. Con un escaso 1% de la población protestando en la calle, el cacerolazo no es una percusión de triunfo, sino una advertencia de castigo. Los resultados de ayer, segundo tiempo del consabido soplo en Colombia, indican el camino a seguir. O “contrabrisa” regional o resistencia nacional.