Los terroristas de la izquierda latinoamericana no lograron llegar al poder a pesar de más de medio siglo de depredación e intimidación, pero el terrorismo como método delincuencial está al alza, refinando el ejemplo del cartel que a punto de carros bomba sometió al Estado en 1989. El eln y las farc están detrás del entrenamiento y la animación de los vándalos que, acunados en universidades como lo confirmó el Fiscal General Martinez, agreden a nuestros policías y destruyen nuestra infraestructura urbana aplicando tácticas y técnicas del anarquista Black Bloc. Repiten lo que hicieron en Ecuador, en Chile y en otras latitudes.
Como elemento fundamental de esta estrategia, los carteles farianos, elenos, mexicanos, del golfo, las bandas, los combos, generan incertidumbre y la comunidad angustiada descarga su estrés contra las autoridades, en un fenómeno conocido como transferencia, que aprovechan agentes internos y externos para debilitar las instituciones militares y policiales y facilitar el camino hacia el imperio del caos. No sobra enfatizar que estamos acosados por el Crimen Organizado Transnacional y no hay ningún contenido político en la violencia que está creciendo en el país.
Con la mayor producción de cocaína en el mundo, fronteras incontrolables, impunidad, corrupción y una Fuerza Pública asediada, revaluar el concepto de terrorismo en la política del país y en el relatorio penal, es una necesidad evidente. Y urge tomar decisiones, como la de Bolivia, de suspender relaciones con Cuba, isla que protege y prohíja a los narcoterroristas que nos agobian.