En Colombia, la doctrina del partido consagra la combinación de todas las formas de lucha (curul y fusil, por ejemplo) y las purgas como parte de su adn. Está el caso del eln. En 1967, una disidencia al interior de la camarilla de esa organización terrorista, destituyó a su Jefe Víctor Medina Morón por “revisionista”. Medina Morón era secretario del partido comunista de Santander y en el 68, junto con Julio César Cortés y Heliodoro Ochoa, fueron ejecutados por traidores. En el 69, otros ´desviacionistas´ fueron también ultimados.
Las farc no se quedan cortas en eso de purgar. Su prontuario es doloroso y aberrante. Los acuerdos de La Habana pre supusieron el cambio de la acción política armada a la actividad política civilizada. Pero la ridícula la imagen de alias Timochenco, antes posando de duro, en camuflado y con Ak al hombro, exigiendo el poder a cambio de su fusil y ahora nombrado senador, con un perrito chihuahua en brazos como cualquier burguesa vedette de tercera, genera no pocos resquemores. Entonces, el partido que él preside, el de la muy espinosa Rosa Roja, ensalzado como el nuevo futuro de la paz en Colombia, aplica la metodología comunista del control absoluto, sin derecho a chistar, por parte de la nomeklatura y la camarilla cupular. En enero de este año, la desubicada holandesa Tanja Nijmeijer, alias Martín Batalla y otros, acusaron a la dirección de este exiguo partido de “burocratismo, falta de autocrítica, revanchismo y beneficio personal”. Y abandonaron sus filas, seguramente temiendo ser acusados de traidores y convertirse en víctimas de algún tipo de purga. Aunque parece que la purga se la iban a aplicar al fulano que paseaba en catamarán por el mar cubano y chupaba cigarro con fruición, como cualquier explotador capitalista. Lo salvaron agentes de seguridad del Estado que dudo él quiera cambiar ahora.
El mes pasado, alias Benedicto Gonzales, de la cúpula fariana, también huyó del partido. Dio a conocer una carta en la que con ´decencia política y ética revolucionaria´ (¿qué?), señaló a Timochenco, Lozada y Alape como autores de una ´purga interna´. El miedo que se percibe entre quienes huyen de la troika timochenquista, es el de un asesinato en las sombras, como el de tantos reinsertados ejecutados por sus propios ex compañeros, fusilamientos abonados a unas fantasmales águilas negras o al narcotráfico, motor de la revolución chavista, cuando no al Ejército o a la Policía.
Los comunistas, virtuosos de la mentira, víctimas de oficio y homicidas embozados, saltan como fieras rabiosas al cuello del poder y solo lo sueltan ante una fuerza mayor. Tienen la sangre fría de un asesino en serie y la palabra caliente de un encantador de serpientes. Su vida es una sola tragedia que los consume en su odio, mendacidad y venganza. Los comunistas colombianos, los narcoterroristas del eln y las farc, no escapan a esa ley de selección ´natural´ marxista-leninista. Y las purgas están a la orden del día. Como en Venezuela.
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