Esta mañana amaneció grisácea, de lluvia tenue que invita a reflexionar, al lado, mi nieto me habla que su corazón está triste y arrugado, como una uva pasa, por no poder salir al jardín a jugar con sus amigos, hoy mi alma también está melancólica y atribulada , se marchan para el oriente eterno los amigos, como el filántropo y médico Virgil Carballo; el Covid 19 nos ha cobrado una fuerte factura de muertes, de personas de todas las clases sociales, pero principalmente se ha ensañado con los más pobres, con aquellos que no tienen nada que comer, la injusticia social y un desprecio rampante por el derecho a la vida están en el orden del día.
Con desgano miro los diarios matutinos y sin sorpresa observó como nos recuerdan que las “motosierras” desde los años 80 nunca han parado de funcionar, la guadaña de la muerte recorre con libertad nuestros campos y municipios, sabe que la impunidad en Colombia tiene unas cifras muy altas y que el Gobierno, encabezado por su presidente, ha sido muy tibio y endeble al momento de ponerle freno a esta barbarie, concretado en un evidente genocidio, que galopa a lo largo y ancho de nuestra patria, como caballo desbocado.
Recuerdo el preámbulo de la Constitución Política, cuando señala que el poder soberano está representado por sus delegatarios, donde uno de sus fines principales es el de asegurar a sus integrantes su vida; ya el artículo primero señala que nuestro Estado Social de Derecho se funda en el respeto de la dignidad humana. A continuación, el artículo segundo relieva que las autoridades de la República están instituidas para proteger a todas las personas residentes en Colombia en su vida, y por último, el artículo once expresa que: “El Derecho a la vida es inviolable”.
Sin embargo, esto es letra casi muerta, enterrada en el cementerio de la desidia, de una palabrería intrascendente. El 7 de septiembre de este año fue realmente trágico y aciago para el País, dejando ver la peladura de una diáfana situación que ha venido acaeciendo durante todos los meses del inolvidable año 2020, en menos de 24 horas tres masacres sacudieron al país, dejando 12 víctimas. La Fundación Paz y Reconciliación confirmó el asesinato de 4 personas en el Municipio de El Carmen de Bolívar (Bolívar), en calendas recientes se habían presentado otros homicidios sistemáticos en esta región. Desde el año 2018 la Defensoría del Pueblo alertó sobre la presencia de las autodefensas Gaitanistas de Colombia (A g c), también llamadas el “clan del golfo”, asentados en varias localidades de los “Montes de María”.
El Instituto de Estudios para el Desarrollo y la paz (Indepaz) confirmó el asesinato de por menos 3 personas en el Municipio de Simití, sur de Bolívar, la Defensoría del Pueblo a través de una alerta temprana- la 025 del 2020- trata que en el Sur de Bolívar se encontraba el Ejército de Liberación Nacional expandiéndose hacía territorios, cuyo control lo ejercía la Farc, agregando la institución que las autodefensas Gaitanistas pretende asegurar los corredores de movilidad para poder crear vías de salida de drogas estupefacientes dirigidas hacia los mercados internacionales.
Por último, se tiene la masacre en Zaragoza – Antioquia donde “Indepaz” confirmó que al menos 5 personas fueron asesinadas en dicho Municipio aurífero, se recuerda que la “fundación Paz y Reconciliación” desde el año 2019 expidió un informe llamado “más sombras que luces” que explicaba la situación de inseguridad en nuestro País, alertando que en esa región el ELN cobraba vacunas a los mineros ilegales y a los productores y procesadores de coca donde: “El clan del Golfo también tiene presencia, han crecido y se han fortalecido debido a que su presencia se ha estabilizado en el Municipio de Anorí, Antioquia particularmente en el Corregimiento de “Liberia del Charcón” en donde han instalado un centro de operaciones”.
Se recuerda que el Municipio de Zaragoza, se encuentra ubicado en el Noreste Antioqueño, precisamente la región donde también se ubica “Segovia” que nos conlleva a recordar la tragedia ocurrida el 11 de noviembre de 1988, el ataque perpetrado por el grupo paramilitar “Muerte a revolucionarios del Noreste”, que dejó un saldo de 46 personas asesinadas y 45 heridas y que se realizó con la finalidad de eliminar a los militantes de la Unión Patriótica que habían ganado las elecciones de marzo de 1988. (hace 32 años y parece que desde esa época, en la actualidad estamos reviviendo ese trágico pasado)
Según el diario El Espectador, del 8 de septiembre del año 2020, van 54 masacres este año, de las cuales tuvieron su ocurrencia principalmente y en orden : en Antioquia 12, en Nariño 8 y en Cauca 8, algunas de estas regiones ricas en oro, en otras, se produce y procesa cocaína y en ambas existen personas visibles, de buen corazón, por lo general campesinos, indígenas, afrodescendientes, que su único pecado es luchar por los Derechos Humanos de ciudadanos inermes asentados en dichos lugares. Si el Gobierno sabe de todas estas situaciones, es decir, los sitios donde permanecen estos bárbaros, los móviles, posibles autores y determinadores , de verdad, no se entiende cómo están aumentando estos asesinatos y cómo se están expidiendo unas tibias y poco eficaces medidas por parte del Gobierno, para acabar o mitigar este trágico flagelo, pese a los llamados de la comunidad internacional para que se expidan decretos fuertes y eficientes que pongan fin a este horroroso derramamiento de sangre.
Terminemos con Galeano, con su poesía “Las Nadies” un pequeño fragmento:
“…Que no son seres Humanos, sino recursos humanos
Que no tiene cara, sino brazos
Que no tiene nombre, sino números
Que no figuran en la historia Universal, sino en la crónica roja de la prensa local
LOS NADIES QUE CUESTAN MENOS QUE LA BALA QUE LOS MATA”
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